Hugo Moyano sabe que no será como Lula, el operario metalúrgico que se convirtió en el presidente máspopular de la historia de Brasil. Tienen en común el origen humilde y una vida de militancia gremial. Los separan la ideología y la consideración popular.
por Reynaldo Sietecase
El izquierdista Lula se siente más afín a sindicalistas del perfil de Víctor De Genaro y el peronista Moyanoestá más cerca del líder de los camioneros norteamericanos Jimmy Hoffa. Sin embargo, esta semana, el líder de la CGT opositora presentó su herramienta electoral: el Partido por la Cultura, la Educación y el Trabajo (PCEyT), decidido a llevar su pelea con el gobierno nacional a las urnas.
Con Moyano en plan electoral se cierra un ciclo que comenzó en aquel célebre discurso de octubre de 2010, en el estadio de River Plate, cuando habló de la necesidad de “tener un trabajador en la Casa de Gobierno”. A pesar de los elogios que precedieron a esa afirmación para el proceso político que “le devolvió la dignidada los trabajadores”, Cristina Kirchner recibió la frase como un desafío. La presidenta le respondió asegurando que ella había trabajado desde muy joven. A su lado, Néstor Kirchner sonreía como presintiendo un choque de planetas.
A pesar de la tensión que rodeó aquel acto por el Día de la Lealtad Peronista, ninguno de los presentes hubiese podido imaginar que un año después, el kirchnerismo entraría en una guerra frontal con quien fuera su aliado estratégico. Moyano es, junto a Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín, y la propia Cristina Kirchner, uno de los hombres más poderosos del país.
Cuando CFK se sintió desafiada en su poder y con el respaldo del 54 por ciento de los votos obtenidos en la elección de 2011, se decidió a enfrentar a su antiguo socio. En un año le quitaron casi todo. Y más: al no lograr que dé un paso al costado en la CGT, propiciaron la división de la central obrera.
Está claro que en la Argentina las lealtades tienen la perdurabilidad de la conveniencia y esto no sólo le atañe al peronismo. Moyano se dispuso a dar batalla. Renunció a su cargo como presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Propició mayor conflictividad social. Planteó un paro generalcon desabastecimiento y revirtió su histórico conflicto con Clarín, para utilizar al grupo mediático –enfrentado al gobierno por la ley de medios– como principal difusor de sus propuestas.
Con esa misma lógica de “enemigo de mi enemigo: amigo mío”, el gobierno cerró filas con el sindicalismoque más cuestionaba al dirigente camionero. Apoyó a los ex menemistas y logró romper el frente gremial. Moyano acertó con los reclamos en la medida en que el gobierno falló al sostener a rajatabla un esquema impositivo que afecta a miles de trabajadores, si bien es cierto, a los de mejores salarios.
El camionero se apropió de un reclamo generalizado en la clase media afectada por el bajo nivel del piso que tiene el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría. También caló hondo el reclamo por la generalización de las asignaciones familiares. Por primera vez, los dirigentes sindicales que rechazan al camionero y tomaron la decisión de acercarse al gobierno, debaten si no se equivocaron. Ningún funcionario nacional se anima a responderles la pregunta: "¿qué ganamos?".
Con todo, Moyano tiene, a nivel electoral, un límite claro. Su predicamento sobre los afiliados de su gremio es inversamente proporcional a la aceptación entre la población independiente. Su imagen negativa es muyalta. Por esa razón, es muy difícil que se convierta en candidato a legislador. Su rol será otro: se dedicará aconstruir un frente peronista con capacidad para disputar con su ahora archienemigo, el Frente para la Victoria. La reunión en Córdoba junto a José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna y Francisco De Narváez, es el primer paso. La foto parece en sepia. Sus críticos dicen que maneja una ambulancia que tratará de recoger los heridos que dejó el kirchnerismo.
Son dos trenes en la misma vía, suelen decir los que conocen a Moyano tanto como a Cristina. Por lo pronto, la batalla electoral brinda un marco institucional incruento. No es poco.
Con Moyano en plan electoral se cierra un ciclo que comenzó en aquel célebre discurso de octubre de 2010, en el estadio de River Plate, cuando habló de la necesidad de “tener un trabajador en la Casa de Gobierno”. A pesar de los elogios que precedieron a esa afirmación para el proceso político que “le devolvió la dignidada los trabajadores”, Cristina Kirchner recibió la frase como un desafío. La presidenta le respondió asegurando que ella había trabajado desde muy joven. A su lado, Néstor Kirchner sonreía como presintiendo un choque de planetas.
A pesar de la tensión que rodeó aquel acto por el Día de la Lealtad Peronista, ninguno de los presentes hubiese podido imaginar que un año después, el kirchnerismo entraría en una guerra frontal con quien fuera su aliado estratégico. Moyano es, junto a Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín, y la propia Cristina Kirchner, uno de los hombres más poderosos del país.
Cuando CFK se sintió desafiada en su poder y con el respaldo del 54 por ciento de los votos obtenidos en la elección de 2011, se decidió a enfrentar a su antiguo socio. En un año le quitaron casi todo. Y más: al no lograr que dé un paso al costado en la CGT, propiciaron la división de la central obrera.
Está claro que en la Argentina las lealtades tienen la perdurabilidad de la conveniencia y esto no sólo le atañe al peronismo. Moyano se dispuso a dar batalla. Renunció a su cargo como presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Propició mayor conflictividad social. Planteó un paro generalcon desabastecimiento y revirtió su histórico conflicto con Clarín, para utilizar al grupo mediático –enfrentado al gobierno por la ley de medios– como principal difusor de sus propuestas.
Con esa misma lógica de “enemigo de mi enemigo: amigo mío”, el gobierno cerró filas con el sindicalismoque más cuestionaba al dirigente camionero. Apoyó a los ex menemistas y logró romper el frente gremial. Moyano acertó con los reclamos en la medida en que el gobierno falló al sostener a rajatabla un esquema impositivo que afecta a miles de trabajadores, si bien es cierto, a los de mejores salarios.
El camionero se apropió de un reclamo generalizado en la clase media afectada por el bajo nivel del piso que tiene el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría. También caló hondo el reclamo por la generalización de las asignaciones familiares. Por primera vez, los dirigentes sindicales que rechazan al camionero y tomaron la decisión de acercarse al gobierno, debaten si no se equivocaron. Ningún funcionario nacional se anima a responderles la pregunta: "¿qué ganamos?".
Con todo, Moyano tiene, a nivel electoral, un límite claro. Su predicamento sobre los afiliados de su gremio es inversamente proporcional a la aceptación entre la población independiente. Su imagen negativa es muyalta. Por esa razón, es muy difícil que se convierta en candidato a legislador. Su rol será otro: se dedicará aconstruir un frente peronista con capacidad para disputar con su ahora archienemigo, el Frente para la Victoria. La reunión en Córdoba junto a José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna y Francisco De Narváez, es el primer paso. La foto parece en sepia. Sus críticos dicen que maneja una ambulancia que tratará de recoger los heridos que dejó el kirchnerismo.
Son dos trenes en la misma vía, suelen decir los que conocen a Moyano tanto como a Cristina. Por lo pronto, la batalla electoral brinda un marco institucional incruento. No es poco.
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