Por Enrique Martinez
La crisis de Santa Cruz, que es reiteración de varias otras
transitadas en los últimos años, es decididamente útil para poner a
prueba alguna lógica de desarrollo, que allí se llevó y lleva adelante.
El
primer atributo es que ni el más osado achaca – ni podría achacar – el
problema a cuestiones de corrupción o de des manejo administrativo. La
estructura base de la administración provincial la configuró Néstor
Kirchner, que entre sus varias cualidades, algún día se reconocerá como
muy valiosa la obsesión por el manejo detallado de las cuentas, primero
las provinciales y luego las nacionales, con un conocimiento del tema
superior por lejos a la media de la dirigencia política.
Está claro que
hace ocho años que transfirió la gestión, pero al menos durante los
primeros cuatro su seguimiento fue intenso y ya entonces aparecían
señales de la situación actual. Creo que no ha habido cambios
cualitativos respecto de la administración de la provincia en los
últimos 20 años. Los problemas aparecen por efectos cuantitativos, que
ponen en evidencia la debilidad del modelo. Paso a explicar.
Santa
Cruz es la provincia con menor densidad poblacional de país, con
alrededor de 250.000 habitantes. También es el ámbito con menor índice
de pobreza, con 19.000 personas con Necesidades Básicas Insatisfechas,
según el Censo 2001 y con desocupación menor al 4%. Estos índices casi
idílicos se lograron sobre el siguiente modelo de desarrollo:
.
Los importantes recursos naturales con que se cuenta salen de la
Provincia sin forzar incorporación de valor agregado a ellos.
El recurso
histórico – la lana – sigue saliendo sucia y se lava y peina en Chubut;
los cueros ovinos se curten en Mercedes (Buenos Aires) y últimamente se
venden secos a China; el petróleo y el gas se procesan más al norte
casi en su totalidad. El carbón se vende a centrales eléctricas de
Buenos Aires.
Los numerosos proyectos mineros en ejecución, para
producir oro, plata y cobre, no escapan a la regla nacional, llegando a
una concentración mínima del mineral, que se exporta en bruto.
.
Las actividades descritas dejan importantes regalías en la Provincia.
Dada la muy baja densidad de población, esas regalías más la
coparticipación federal alcanzan con holgura para financiar el empleo
público, fuente de trabajo casi excluyente, que complementa la muy baja
capacidad de ocupación de las actividades centrales. Como complemento,
se estimula la actividad turística, ya que la Provincia cuenta con
algunos ámbitos de relevancia mundial.
. Durante muchos años el
sistema cerró. Se pudo ahorrar recursos provenientes de regalías; se dio
condiciones de trabajo y jubilación a docentes y otros empleados
públicos, de mejor dimensión que en el resto del país.
. Todo eso
en un contexto donde la Provincia no produce casi nada de lo que consume
cotidianamente. Ni los alimentos, ni la vestimenta, ni buena parte de
los materiales de construcción o componentes del hogar se fabrican en
Santa Cruz. Todo ello se compra de otros lugares de la república.
¿Cuándo comienza a fallar el esquema?
Paradójicamente,
cuando Néstor Kirchner instala a nivel nacional una propuesta donde el
tractor del desarrollo es un fuerte estímulo al mercado interno, al
consumo popular. En Santa Cruz ese mayor consumo requiere más aporte del
principal empleador: el Estado, que a su vez debe obtener recursos de
actividades que no se expanden al mismo ritmo que el resto de la
economía; el petróleo y el gas.
Además, el mayor gasto popular va todo
fuera de la Provincia, por lo que no se reciclan los mayores aportes que
se entregaron a los bolsillos populares. De allí a una insólita crisis
de recursos con plena ocupación, hay un paso. Con mayores o menores
anécdotas de ocasión, ese es el serio problema estructural de Santa
Cruz, comunidad que ni siquiera produce una fracción apreciable de los
souvenirs que los turistas compran en El Calafate.
La solución
puede llevar unos años, pero es bastante evidente. Se trata de integrar
las cadenas de valor lanera, minera o petrolera, con instalaciones de
lavado y peinado de lana; producción de hilados, tejidos y confecciones;
producción de repuestos para minería y petróleo; evaluación e
implementación de plantas de refinado de metales, etc.
Hasta,
diría, se trata de tener proyectos para que todo turista extranjero se
vaya de El Calafate con recuerdos fabricados localmente.
En
paralelo con eso y con una importancia no menor, corregir el defecto de
toda la Patagonia, que ha resignado su producción propia de alimentos o
vestimenta, admitiendo que la Pampa Húmeda será su proveedora. Regiones
del mundo con condiciones climáticas menos propicias producen hasta su
propio trigo, luego su harina y sus panificados. Ya se hizo en la región
y se puede y debe volver a hacer.
La única región agrícola de Santa
Cruz – Los Antiguos – está estructurada sobre la lógica de la
especialización exportadora, según la cual sus cerezas de excepción
generarán el dinero para que los dueños de esas plantaciones o sus
vecinos de la provincia compren con él los tomates o las lechugas que
consumen. Insólito.
Estas ideas de ninguna manera son originales
en Santa Cruz. Hace mes y medio tuve oportunidad de escuchar la visión
de futuro del Ministro de la Producción, hoy renunciado, que reconocía
todo el escenario detallado y marcaba interesantes caminos para avanzar.
El punto es que pasa el tiempo y la Provincia persiste en suponer que
la estructura es correcta; lo que falla es la administración.
Así
llegamos a este triste momento. La gente de Peralta está contra las
cuerdas y le echa la culpa a zancadillas de La Cámpora. Ésta, a su vez,
sostiene que la ineficiencia del otro grupo es lo que lleva a tener que
aplicar un ajuste.
Y así andamos, con un balde en la cabeza, mirando
nuestras miserias y pujando por el pequeño o el gran poder, sin siquiera
pensar en los hechos estructurales. Cuando dentro de una década la gran
mayoría de los argentinos no se acuerde ni de los nombres de quienes
hoy disputan la conducción en Santa Cruz, ¿cómo estará la Provincia?
Lavará,
hilará y tejerá su lana? Refinará su oro? Hará sus propios dulces de
frutas silvestres? Sembrará el trigo para producir su pan?
Si todo
eso se contesta por no, la dirigencia política de reemplazo seguirá
discutiendo un nuevo ajuste y los trabajadores estatales seguirán
resistiéndolo.
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