Un llamado a la pasividad política

Por Patricio Klimezuk. Más allá de las opiniones sobre su pertinencia filosófica o espiritual y aún del bienestar individual que pudiera producir, y en el más acá de la política concreta, la llegada del ya célebre Ravi Shankar a la Argentina amerita o da lugar a una serie de reflexiones sobre los efectos prácticos de su “mensaje”.

“Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, rezaba la Tesis XI de las “Tesis sobre Feuerbach” que escribiera Carlos Marx en 1845 y que fueran publicadas por primera vez en 1888 por su compañero de vida, Federico Engels.

La elección de la frase no es arbitraria ni descontextualizada y descansa en lo que puede considerarse, según mi particular punto de vista, como el meollo de la cuestión, o con cierta dosis mayor de humildad, como una de las aristas más importantes desde la que enfocar la noticia de la recepción en la "nueva capital del amor" del gurú de la respiración y del pretendido “Arte de Vivir”.

La llegada del Ravi Shankar despertó amores y odios, aplausos y desaprobaciones, y junto a ello, una serie de interpretaciones, de análisis y de noticias periodísticas, donde se destacaron los millones invertidos por la Ciudad de Buenos Aires, que en los últimos años más que la "capital del amor", podría considerarse la capital del aumento de los impuestos y que magnificaron y pusieron en primer plano el hecho.
De la polarización que vive el país, que muy simplificadamente podríamos marcar como kirchnerismo-antikirchnerismo, ni siquiera el gurú pudo salvarse: mientras los medios de la “corpo” y los políticos de la derecha han acompañado a Sri Sri (y no sólo monetariamente), los medios “oficialistas” y los políticos K han tomado, en el mejor de los casos, el tema con sorna.
Cómo decíamos más arriba, podrían hacerse múltiples lecturas sobre el trasfondo filosófico. O sobre la emergencia de una espiritualidad de nuevo tipo luego de lo que podría definirse como la crisis de los grandes relatos (del que no estuvieron exentas las religiones monoteístas que hasta hace unos años monopolizaban las creencias de la enorme mayoría de la humanidad) y en lo que también debería incluirse un intento de explicación del por qué de la explosión en cuanto a la recepción popular de iglesias cristianas.

Incluso, no estaría mal en esa misma línea y como mera intuición de quien esto escribe, buscar algún tipo de relación con el público a quien está dirigido cada una de estas “creencias” entendiendo, y no está mal aclararlo, que pueden convivir perfectamente y que no son antagónicas. Lo que quiere decir que el “Arte de Vivir” de Shankar puede complementarse con las creencias cristianas sin, aparentemente, entrar en colisión.
Bien podría hacerse en una clave materialista, es decir, en la clave del sendero inaugurado por el propio Marx, que permitiera un entendimiento de las condiciones sociales de emergencia de fenómenos de este tipo.
Claro está que hay que realizar una aclaración: cuando pensamos lo que pensamos y cuando decimos lo que decimos lo estamos haciendo desde un determinado contexto social y desde un determinado contexto cultural. Los significados de la recepción en una determinada situación de un mensaje conformado en otras latitudes no produce los mismos efectos que en su lugar de origen.

Aquí un teórico de la comunicación podría ampliar lo que se está diciendo (o corregirlo), pero conformémonos con entender que la relación entre emisor, mensaje y receptor hay que verla en una dinámica de retroalimentación en la que no hay pasividad desde ninguno de los dos sujetos y en la que el mensaje no es neutro y tampoco cae en un vacío de significados, sino en un universo cultural que lo decodifica.
Ahora bien, quisiera retomar un aspecto en particular y que tiene relación con algo que solapadamente ya se dijo. La gran pregunta es: ¿por qué apoyan los que apoyan? ¿Por qué los medios y los políticos de la derecha le han dado tanto espacio a esto? Según mi visión, la respuesta está vinculada al título de esta nota: el “mensaje” de Ravi Shankar es un llamado a la pasividad política.
A lo largo de la historia han existido filosofías y formas de entender el mundo que, como diría Marx, se han encargado de interpretar el mundo.

Sin pretender darle semejante status al “Arte de Vivir” (y sin pretender exponer en su totalidad lo que es el método), lo que queremos apuntar es que la explicación para el respaldo y la difusión que recibe por parte de los sectores dominantes se basa en que cualquier mensaje que llame a semejante nivel de inacción, a la inmovilidad, a la solución individual, y a la creencia de que los problemas se resuelven con técnicas de respiración, es un buena recomendación por si a alguno se le ocurriera llevar adelante la segunda parte de la frase del principio: transformar el mundo.
“Yo no hago política, yo no me involucro en política”, dijo el Ravi en una rueda de prensa y justamente es a ese nudo conceptual que apuntamos. Puede ser que personalmente no la haga (aunque aún en ese sentido nos quedan dudas) pero lo que está claro es que su mensaje tiene un llamado a comportarse de determinada manera con la vida.

Y en particular con la actividad política, lo que produce un efecto en aquellos que lo escuchan y que es profundamente beneficioso para los sectores dominantes, para los que buscan que todo siga como está y que no se modifiquen las profundas desigualdades que existen en el mundo.
Si no, que lo diga el jefe de Gobierno Mauricio Macri, que aseguró en la inauguración del encuentro FeVida: “Tiene que haber una política con espiritualidad. Hay que conectarse con lo que tenemos adentro. Fortalecer la capacidad de amor al prójimo, la vida, el país, el planeta. El amor es el camino”.
“Las personas pobres no tienen que decir cosas como que es obligación del rico que le provea sustento. Deberían tener autoestima y defenderse por sí mismos”, afirmó en esa rueda de prensa Shankar y agregó el jueves en el encuentro: “Si alguien practica una técnica espiritual, logra mantener una sonrisa, venga lo que venga. Si mantienes una sonrisa en los labios en situaciones adversas, te estás volviendo más fuerte”.
Más claro, echarle agua o llamar a Miki Vainilla: “A los pobres hay que entretenerlos”.
Fuente: Periódico Marcha 
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