Julio Gambina
Las medidas económicas dispuestas por el
gobierno luego de las elecciones de renovación presidencial alimentan el
debate político sobre el orden económico, no solo como una cuestión de
polémica entre oficialistas y opositores, sino en un sentido más
general.
La economía ganó el debate cotidiano sobre “lo que está bien” o “lo que
está mal”, sea por la manipulación de los medios de comunicación, por
los temas que el propio gobierno pone en agenda para la consideración
pública, o por la sensación social que genera una batería de medidas que
no son inocuas, y que, como siempre, suponen beneficiarios y
perjudicados.
Liquidar exportaciones en el mercado local
Por un lado, al obligar a las mineras y petroleras a liquidar en el
mercado local el producto de sus ventas externas, se exacerbó el
cuestionamiento de la posibilidad que hasta ahora tenían estas empresas,
en su totalidad grupos extranjeros asociados a la tendencia
transnacional de la economía mundial.
¿Por qué ahora y no antes? Seguramente el tema se asocia a la caída de
las reservas internacionales por 5.000 millones de dólares del máximo
acumulado en febrero pasado. De más de 52.000 millones de dólares a
menos de los 47.000 millones actuales.
Pero esa mirada en la coyuntura
de los ahorros externos evade la discusión de fondo sobre el modelo
productivo petrolero y minero. ¿Porqué debe sostenerse el marco
privatizador de los 90´ en materia de hidrocarburos? ¿No será tiempo de
ejercer soberanía energética más allá de la disposición de liquidar las
ventas externas? ¿Por qué no pensar en la recuperación soberana de la
renta de los hidrocarburos?
Del mismo modo, respecto de la renta minera debe pensarse en el mismo
sentido, con el condicionante que supone la institucionalidad del pacto
minero suscripto entre Argentina y Chile en los 90´. ¿No es tiempo de
repasar la institucionalidad impuesta en la última década del siglo
pasado? En Chile existe una resistencia a las represas, por lo cual,
amparados en las crecientes relaciones fronterizas se analizan
transferir proyectos desde el país trasandino a la Argentina.
El problema son los bienes comunes en la larga frontera andina, su
explotación y utilización, con fines soberanos o de profundización de la
dependencia y la subordinación al capital transnacional.
Lo real es que las finanzas públicas y la situación económica necesitan
del ingreso de divisas, y con la medida se le quita un inaceptable
privilegio a un grupo reducido de grandes empresas, en su mayoría
extranjeras. Estas manifestaron que las disposiciones no afectarán su
funcionamiento, ni suponen cambios estructurales en la propiedad u
orientación del negocio.
Frenar la demanda de dólares
Por otro lado, al vincular las compras de dólares y otras monedas
externas con los registros de la AFIP, se pretende mejorar la
administración fiscal y combatir el delito del lavado de dinero, según
se anuncia, al tiempo que se restringe la facilidad de los inversores
para canjear moneda nacional por externa y ralentizar la presión por
fuga de capitales. El efecto no buscado es la creciente salida de
ahorristas dolarizados del sistema bancario por temores fundados o
infundados en la potencial pérdida de sus ahorros. La respuesta
gubernamental es la provisión regular de dólares por parte del BCRA a
los bancos para satisfacer la demanda de sus ahorristas o inversores en
moneda extranjera.
Ahora muchos se enteran que las reservas contabilizan esos depósitos de
particulares, en rigor una parte de ellos, como reservas
internacionales, que por lo tanto no resultan disponibles en su conjunto
y expresan cierta condicionalidad en función de su utilización por los
dueños privados. ¿Cuántas son las reservas genuinas, que expresan el
ahorro público?
Además, las quejas de muchos importadores pequeños, ante la dificultad
de adquirir los dólares, pone en evidencia un importante mercado
irregular en el país, de compradores de moneda externa que no pueden
justificar sus ingresos y que ante las restricciones actuales se rinden a
la especulación del dólar paralelo, “blue”, o ilegal, pagando valores
superiores al oficial, lo que supone, de hecho una devaluación
confirmada por una parte de la sociedad, y que termina siendo trasladada
a precios.
Más de un consumidor de productos importados reconocerá en estos días
ese encarecimiento, legitimando la evasión fiscal y la irregularidad en
que funciona buena parte de la economía argentina. El accionar inmediato
de las autoridades luego del anuncio de las medidas apuntó a frenar la
extensión de la brecha entre oficial y paralelo, aunque el aumento de
precios generado difícilmente retroceda.
Comenzar a desmantelar los subsidios
Algo similar nos devuelve la lógica de los subsidios, con anuncios por ahora recortados en dos tandas.
Primero a grandes empresas bancarias, de seguros y del juego, entre
otros, que siendo menos del 1% del conjunto de los subsidios, indigna a
quienes se enteran del financiamiento del conjunto de la sociedad a ese
núcleo de empresas que reconocen cuantiosas ganancias.
El interrogante era cómo se abordaría la reducción del otro 99% de los
subsidios. La respuesta avanza por ahora, en el segundo anuncio, en la
quita de subsidios por servicios a grandes empresas de combustibles,
procesamiento de gas natural, biocombustibles, aceites y agroquímicos, y
a los usuarios residenciales de mayor poder adquisitivo (Puerto Madero,
Barrio Parque y Countries de todo el país).
Por ahora, la quita anunciada de subsidios en ambas comunicaciones
afecta a menos del 10% del total previsto para subsidios por 75.000
millones de pesos.
Para el sector residencial, mantener el subsidio supone presentar un
“certificado de pobreza” que amerite la continuidad de la transferencia
de ingresos públicos para atender el gasto de servicios públicos.
La evidencia de la baja de reservas internacionales anticipa
dificultades para sostener los superávit comerciales y fiscales, sea por
una tendencia a mayor crecimiento de importaciones que exportaciones,
con el agravante del recurrente deterioro en la coyuntura de crisis
mundial de los precios de exportación; como por la acumulación de
problemas de financiamiento provincial y nacional que motiva una
preocupación por los recursos públicos.
¿Habrá traslado a precios por la eliminación de subsidios? Aunque desde
el gobierno se indique que no, la lógica capitalista de la ganancia
señala que si no media prohibición estatal de trasladar a precio, los
empresarios y sectores de elevados ingresos descargarán el mayor costo
incurrido sobre los consumidores. Además, ante la quita del subsidio a
los consumidores residenciales, la diferencia se cargará al usuario.
El interrogante para el mantenimiento del subsidio será el límite de
los ingresos, algo por ahora desconocido. Nuevamente se confirma que el
pobre debe poner en evidencia su pobreza para ser considerado sujeto del
beneficio, aún cuando se certifica que los receptores de ingresos por
programas sociales serán exceptuados de oficio.
Problemas locales y mundiales
En síntesis, varias cuestiones que estaban veladas en el análisis de la
economía, como la inflación, o encarecimiento de los precios, pasan a
ser considerados en la coyuntura del debate cotidiano, aún cuando en el
registro futuro del INDEC tampoco se refleje.
La cuestión de fondo se manifiesta en una tendencia al achique de los
superávit gemelos, del comercio exterior y las finanzas públicas, lo que
obliga a la modificación de algunas variables vía cambios de los
precios relativos.
Algunos sectores podrán descargar el mayor costo que suponen las
medidas, otros no, lo que habilita una nueva ronda de disputa por el
ingreso.
La sensación es que muchos de los problemas ahora evidentes en la
economía responden a consideraciones locales, pero también al impacto de
la crisis mundial, que desembarca en la Argentina. Lo preocupante de
las dificultades del capitalismo en el mundo, son sus respuestas, las
que se verifican como ajuste hacia los sectores más vulnerables.
Es lo
que devuelve la realidad de los nuevos gobiernos en Grecia o Italia, que
no es otra receta que aquella que conocimos en los 80´ y 90´ y que
desembocaran en el descalabro del 2001 y el ajuste posterior pagado con
desempleo y caída de los ingresos populares.
Estas primeras medidas pos electorales en Argentina destacan problemas
de arrastre, que empiezan a evidenciarse, lo que supone correcciones que
afectan intereses.
Lo curioso, es que muchos defensores de la política
oficial reconocen ahora la necesidad de eliminar injustas transferencias
de ingresos públicos a sectores con sobrada capacidad de pago. Es algo
que debió hacerse antes y que demoraron razones de política electoral.
Los anuncios seguirán hasta la asunción del nuevo gobierno y
probablemente continúen en función de la evolución de la crisis mundial
asociada a los problemas locales. Resta aún precisar la ecuación final
de beneficiarios y perjudicados.
¿Cuánto se traslada a precios o no? La
sospecha que emerge del comentario sugiere que mientras no se modifique
el modelo productivo y el patrón de consumo derivado, el poder económico
tiene resto para transferir al conjunto de la sociedad los nuevos
mayores costos.
Nuestra reflexión apunta a pensar más allá de la coyuntura fiscal y la
lógica capitalista, la de la ganancia y la acumulación del capital. Se
trata de pensar otras lógicas productivas y de consumo, con preeminencia
de la satisfacción extendida de necesidades sociales, aunque en rigor,
para que ello se traduzca en anuncios aún falta mayor densidad en la
demanda social por cambios profundos de la economía y la política.
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