Fuente: Diario La República de Uruguay
“No toleran que alguien sin chapa universitaria sea presidente”
El presidente de Uruguay afirmó que
durante la campaña vivió en carne propia la “intolerancia fina” que
tiene su país .Se refirió a las diferencias de enfoque dentro de la
alianza gobernante. Y dijo que con Argentina hay que defender la
política de amistad.
El presidente uruguayo José Mujica recibió a La República. “No sirvo
para hacer balances”, dijo. Sin embargo, habló sobre los principales
temas del año que pasó y señaló que con Argentina “hay que defender la
política de amistad y relaciones”.
Recientemente, la Cámara de Senadores aprobó la despenalización del
aborto. Si Diputados también la vota, usted ha anunciado que el
Ejecutivo no vetará la ley. Personalmente, ¿qué opinión le merece el
proyecto y el tema en sí?
Fui muy explícito cuando era senador. Yo voté el proyecto. El aborto no
lo quiere nadie, ni siquiera quienes lo practican. El problema es cuál
es, ante los hechos, el mejor camino para salvar la mayor cantidad de
vidas posible.
Cuando las mujeres llegan a esa amarga decisión, hay que trabajar con ellas y apoyarlas; si se hace, en muchos casos se revierte la decisión porque no se sienten solas, porque se sienten respaldadas y amparadas.
Es dramático para una mujer tomar esta decisión. En general están en soledad. Lo que no debemos es dejarlas solas. Hay que hacer un trabajo psicológico y de respaldo en todo lo que se pueda para tratar de que esa mujer revierta la decisión tomada. Ese es el camino que logra salvar más cantidad de vidas. Cuando hacemos lo contrario y nos colocamos en una posición aparente de principios, pero la realidad sigue su curso, no podemos intervenir.
Cuando las mujeres llegan a esa amarga decisión, hay que trabajar con ellas y apoyarlas; si se hace, en muchos casos se revierte la decisión porque no se sienten solas, porque se sienten respaldadas y amparadas.
Es dramático para una mujer tomar esta decisión. En general están en soledad. Lo que no debemos es dejarlas solas. Hay que hacer un trabajo psicológico y de respaldo en todo lo que se pueda para tratar de que esa mujer revierta la decisión tomada. Ese es el camino que logra salvar más cantidad de vidas. Cuando hacemos lo contrario y nos colocamos en una posición aparente de principios, pero la realidad sigue su curso, no podemos intervenir.
El resultado del censo indica que la natalidad sigue siendo baja, aun en un país con crecimiento económico. ¿Cómo lo explica?
Tenemos una inclinación natural que viene desde muy atrás, una conducta
en esa materia propia de los pueblos europeos más envejecidos y
maduros. Tendemos a adoptar una actitud de ese tipo y la relativa alta
natalidad se da en las zonas más pobres y paupérrimas. Alguna gente se
queja cuando una niña de 13 o 14 años tiene un hijo, a veces, sin
relaciones sentimentales firmes. Y es porque es lo único que puede tener
y lo que la afirma en su personalidad; en forma inconsciente, tiene
algo que es de ella. El último censo indicará que las familias más
numerosas del Uruguay están por el oeste de Montevideo, en las zonas más
humildes.
¿Le preocupa eso?
... y sí, porque la mayoría de la fuerza de trabajo dentro de algunos
años será de adolescentes que nacieron en esa franja de la población.
Entonces, las políticas de equidad y justicia social para tratar de
incorporarlos no son producto de una humanística propia e inmotivada por
la izquierda, sino una conveniencia nacional para toda la sociedad. Nos
es mucho más eficaz atender hoy a esos gurises y no reaccionar ante los
problemas que después tendremos que atacar.
Usted había afirmado que tenía pensadas algunas políticas para fomentar los nacimientos. ¿Qué proyecta?
Tengo algunas ideas, pero Uruguay es muy pacato y conservador, se
asusta mucho en llamar a las cosas por su nombre. Pienso, por ejemplo,
que hay que darles doble Asignación Familiar a las mujeres que viven en
la campaña. A esos niños que se crían en la campaña profunda hay que
darles una doble asignación porque son una reserva para el país. En
términos estadísticos esos gurises son bárbaros y cada vez hay menos.
Pero no va a faltar gente que diga que estamos premiando la fecundidad
del vientre, que yo creo hay que premiar.
A lo largo de 2011 se ha dicho, y de pronto así lo ha reflejado la gestión, que hay dos equipos económicos. ¿Es así?
Eso es bulla. No hay dos equipos económicos, no sé si habrá uno.
Economía es un conjunto de aproximaciones, cuando todo sale bien
macanudo, ahora, cuando sale mal te lo explican después, pero nadie la
vio antes. Puede haber enfoques a veces que son distintos. Pero tenemos
un equipo económico que acompañamos, respetamos, con el que discutimos y
con el que a veces hasta tenemos diferencias, como debe ser. Pero este
gobierno tiene una característica: está reflejando la fina intolerancia
que tiene este país, que es muy fina, no es la intolerancia del que
desprecia crudamente al negro en forma discriminatoria y grosera, no. Es
una intolerancia mucho más culta. La viví en toda la campaña electoral,
no puede tolerarse que alguien que no tenga chapa universitaria o no
pertenezca a determinado círculo social sea presidente, no se pueden
convencer. Hay una especie de cultura de que estas cosas pertenecen a
determinados círculos sociales o que por lo menos debieron haberse
santificado con algún título universitario para que si vienen de abajo
sean toleradas. Entonces me desataron la guerra desde el primer momento,
antes de llegar. Si yo les hacía caso a los politólogos, no era
candidato a presidente y lo mismo a todos en el oficialismo. Pero no le
di pelota a ninguno, sino a mi nariz y a lo que me decía la gente con
quien yo caminaba por la calle. Pero esta contradicción sigue, me dijo
un hombre de izquierda en aquellos días de definición: “Vengo a decirte
que no puedo acompañarte porque sos demasiado contestatario”. Me lo dijo
con gran nobleza y le tengo un respeto bárbaro, y hay algo de eso.
Entonces el presidente tiene que tener cara de prócer aunque sea un
viejo reumático como cualquiera, pero tiene que posar y estar rodeado de
un hálito de misterio, me lo han dicho. Las cosas más antirrepublicanas
que puedan ser están ligadas en la cabeza de alguna gente de este país.
Esa discriminación de la que habla, ¿también se ha dado en la interna del gobierno?
En todos lados, yo me he dado cuenta de que eso está y sé que soy
rupturista, toda mi vida lo he sido, yo me mato de la risa de esas
cosas, pero ese palo en la rueda está. No se puede cambiar el matungo en
la mitad del río y yo ya estoy al final del cruce...
A lo largo del 2011 algunos corporativismos han sido duros: cuando
quiso reformar el Estado se opuso la Confederación de Organizaciones y
Funcionarios del Estado (COFE), cuando se reestructura la Administración
de Ferrocarriles del Estado (AFE) el sindicato protesta...
Lo que sucede es que en este país, con una visión socializante, hemos
contribuido a educar y formar mal a camadas de militantes sociales que
son un capital del país, pero se creen que con la estatización nos
acercamos al socialismo o algo parecido. Creo que históricamente el
Estado ha terminado siendo el enemigo número uno del socialismo. Una
cosa es estar contra la explotación del hombre por el hombre mismo, y yo
lo estoy aunque no lo pueda resolver, y otra cosa es tragarse la
pastilla de que el Estado termina con las clases sociales. Entonces se
termina procesando una tremenda injusticia que quienes están fuera del
Estado tienen que cargar con un derecho laboral muy distinto del que
tienen quienes están dentro del Estado, y se crea como una casta de
hecho, sin que nadie se lo proponga, con ciertos beneficios a costas de
los demás. Y esto es bastante injusto. De todas maneras, no es lo
general porque por suerte los hombres tienen excepciones en todos los
órdenes y dentro del Estado hay gente que mantiene el fuego prendido y
van para adelante y no necesariamente son de mi palo político. Hay
trabajadores del Estado que tienen una dignidad funcional tremenda. Pero
hay un montón de cosas que deprimen al conjunto de la gente, entonces
da lo mismo una cosa que la otra y eso les hace mal a ellos mismos
porque los lleva a una vida vegetativa y esto le hace mal al país
también. Entonces sí, frecuentemente se cae en corporativismos porque se
producen circuitos como de demagogia.
Usted ha cuestionado la sociedad de consumo y ha apelado al voluntariado. Pero el consumo aumenta.
Nunca se podrá transmitir lo que no se tiene. Nadie puede exteriorizar
lo que no lleva adentro. Las sociedades modernas son muy crueles. Cada
vez se necesitan más cosas para vivir. El motor de las economías
capitalistas contemporáneas es fomentar el hiperconsumo y si éste no
existe, la economía se para. Ahora tenemos un gran problema: debemos
sujetar la inflación porque se nos disparó la yegua del consumo.
¿Controlar la inflación es la mayor preocupación del 2012?
Es peligrosa. Estamos en cifras razonables. Si comparamos con la
historia del país no es nada desastroso. Pero es un proceso en el que
tenemos que tomar medidas activas porque termina siendo una expropiación
de los pobres, sobre todo de los que tienen salarios e ingresos fijos.
Se bajó bastante el nivel de pobreza y se distribuyó bastante mejor, se
le dio más a los más débiles, pero podemos perder todo eso si tenemos
una escalada inflacionaria.
Otro tema sobre el que a lo largo de 2011 se ha hecho hincapié ha sido la educación...
Tenemos un problema grave y de carácter inmediato. No se puede pensar
en un país productivo si paralelamente no se lleva una batalla
permanente por la capacitación tecnológica del grueso de la población y
acá tenemos una vieja discusión porque culturalmente somos muy
afrancesados, por una vieja herencia. Tenemos una discusión como si la
humanística estuviera en contra de la tecnología o la tecnología en
contra de la humanística, sin ver que también por el lado de las
matemáticas termino en el campo de la filosofía. Esos mundos no son
contradictorios. Ahora, si miro con sentido realista, desde el punto de
vista político, y veo que hay un montón de padres que hacen toda la
noche una cola para asegurarle a su hijo un lugar en la UTU (Universidad
del Trabajo del Uruguay), me están dando un mensaje. Me están diciendo
que quieren eso, que les demos conocimiento a los jóvenes para que
trabajen. Tenemos que dar esas respuestas porque no puede ser que venga
una papelera y no tengamos soldadores porque en el país no los
preparamos y tenemos que salir a improvisar o hacer cursos.
¿Fue el país de “M’hijo el dotor” el que desprestigió a la UTU?
¡Ah, sí! Hay que ser universitario, hacer una carrera, tener chapa en
la puerta... No estoy en contra de eso, el mundo material necesita otra
historia. Pero en el campo del conocimiento no hay un solo camino sino
múltiples variables.
Es la propia izquierda la que ha planteado reparos a la propuesta de expandir y profundizar la actuación de la UTU...
Sí. No sé. No puedo juzgar, estamos en un momento de mucha reflexión,
idas y venidas, que no puede ser infinito porque no podemos estar
discutiendo toda la vida, hay que patear y salir con algunas cosas. Eso
hay que hacerlo y sobre todo hay que esforzarse por inventar la forma de
lograr que esa franja de cien mil chicos que tienen poco interés se
metan en la danza. Si no los incorporamos con la UTU, entonces sí que
será bravo. Me podrán decir que un muchacho al que se le enseña a soldar
o electricidad elemental no tiene una formación integral y tienen
razón. Pero miremos que no tienen nada y si no les doy una herramienta
los dejo perdido en el torrente de la vida. Si les damos un instrumento
para que consigan trabajo, esto ya empieza a ser una escuela también.
¿Siente que la seguridad pública es un debe de la gestión?
La seguridad se viene trabajando bien, aunque es un tema muy difícil.
La policía ha mejorado mucho, pero la sociedad tiene enfermedades. Se
está agrandando el horizonte del mundo delictivo. Pero tenemos problemas
en las cárceles. Hay lugares en los que a pesar del esfuerzo cuesta
avanzar. Las cárceles dan vergüenza.
Por Gonzalo Terra y Mauricio Cavallo
Por Gonzalo Terra y Mauricio Cavallo
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