¿Volvieron las preguntas?

Algo pasó. Después de años de sostener una política comunicacional basada en la ausencia deentrevistas y conferencias de prensa, la Presidenta de la Nación decidió cambiar de estrategia. 
por Reynaldo Sietecase
A las exposiciones por cadena nacional o en actos públicos, a los breves encuentros con cronistas en algún viaje,Cristina Kirchner sumó una serie de entrevistas con periodistas invitados. Lo poco que pudo saberse es que entre las razones del cambio está la idea de romper el círculo de los convencidos que habitualmente recepta sus mensajes, y abrir sus opiniones a un electorado menos afín. Sea cual fuere la razón, en principio, bienvenidas las preguntas. Una presidenta contestando a una entrevista revela una imagen de un país más normal. Un poco más raro es que la convocatoria la haga la propia entrevistada.

No voy a juzgar aquí la agenda periodística elegida por los colegas que la entrevistaron ni la forma en que la desarrollaron. Sí creo, humildemente, que faltaron repreguntas. Me refiero a los interrogantes que ellos mismos plantearon y no lograron satisfacer con las primeras respuestas.

En la parte emitida de la nota con Jorge Rial, por ejemplo, algunas de las afirmaciones más polémicas de la Presidenta, como “no hay ningún cepo (cambiario)”, o la forma en que se decidió la fusión de Cablevisión yMulticanal en el final del gobierno de Néstor Kirchner, en que la mandataria responsabilizó al ex Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, por esa polémica resolución que fortaleció como pocas al grupo Clarín, como si este funcionario tuviese decisión propia ante una medida de tal magnitud o no fuera parte central del gobierno. Eran los tiempos en los que la relación con el conglomerado empresario era cordial.

La Presidenta definió también como un intento destituyente lo que pasó en 2008, durante el conflicto del campo, y luego aseguró que la corrida cambiaria de 2011 (de “cinco mil millones de dólares”) se generó para “imponerle condiciones al gobierno”. Le asignó la misma capacidad desestabilizadora al llamado“Círculo rojo”, según la definición del Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y agregó que de “Magnetto y Clarín” esperaba “cualquier cosa”.

El conductor de Intrusos obtuvo lo mejor de su entrevista en las cuestiones personales (hasta le preguntó si se había separado de su marido) y cómo se llevaban. En esto Rial tiene una probada experiencia. Qué pasó en las últimas horas de Néstor (cómo lo afectó el asesinato de Mariano Ferreira, entre otras cuestiones) y detalles de la relación que mantenían tanto en lo personal como en lo político.

No estuvieron presentes, por lo menos en esta primera parte, los temas que están en la cima del interés público como inflación e inseguridad. Sobre las denuncias de corrupción quedó flotando en el aire, para la segunda parte, una pregunta relacionada a la visita presidencial a las Islas Seychelles, un paraíso fiscal. No trascendió si hubo otros interrogantes en ese sentido.

Las preguntas pueden ser buenas o malas. Nunca peligrosas. En especial en un país dónde se presenta como investigación periodística un informe sobre la “nueva dieta y nueva terapia” de la Presidenta o un analista político le diagnostica una enfermedad mental por televisión. La guerra entre el gobierno y el grupo Clarín contribuyeron a degradar el ejercicio periodístico a límites impensados.

Las preguntas pueden ser inteligentes o tontas, simples o complejas, pero nunca son peligrosas per se. En todo caso, lo son las respuestas. Vale recordar que la última palabra siempre la tiene el entrevistado.

Contestar preguntas debería ser una costumbre republicana para cualquier dirigente político, no unacontecimiento extraordinario visto como una concesión.
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