Entre la distribución del ingreso y la concentración económica

Enrique Martínez fue presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti) desde 2002 hasta 2011, años durante los cuáles atravesó casi toda la década de gobierno kirchnerista.
Desde adentro de la gestión primero, y de un tiempo a esta parte ubicado en otros lugares de construcción de propuestas, Martínez cuestiona desde la teoría y desde la práctica algunos núcleos duros de los gobiernos K que, según estimó, "se basan en un modelo de gestión que respeta la estructura económica heredada".
"El punto frágil de las políticas económicas kirchneristas es que la alta concentración económica y la hegemonía en ese grupo dominante de filiales de corporaciones trasnacionales provoca problemas estructurales serios", resumió Martínez, para quien uno de los mayores desafíos de Argentina es que cuenta con un Estado débil atrapado por intereses privados que operan como una gran traba ante cualquier poder transformador.

En este marco, destacó el enorme esfuerzo redistributivo de la última década a favor de los sectores históricamente más desfavorecidos. "La situación económica argentina es rotundamente superior a cualquier otro escenario desde 1983, pero necesita ajustes para contrarrestar estas tendencias estructurales, que de persistir pueden dar pie a la presión liberal para retomar nefastos ciclos de endeudamiento externo o para reducir el salario real", dijo el especialista.

Los pilares."Néstor Kirchner instaló un modelo que planteaba como meta alcanzar dos superávits gemelos: el fiscal y el de balanza de pagos. Esa meta debía ser compatible con el aumento sistemático de la capacidad de consumo de los trabajadores, y la asistencia económica a los excluidos y menos aventajados de la sociedad".

Esa fue, según el análisis del ingeniero, "la idea básica" sobre la cual construyó su plan económico el primer kirchnerismo, anclado temporalmente en un país que salía de una crisis feroz y de una devaluación del peso que pulverizó los sueldos, y con eso el poder adquisitivo de una porción muy gruesa de los ciudadanos de a pie.

A esa idea central se sumaron otras decisiones que fueron marcando el paso político de los años de Néstor Kirchner en la Casa Rosada: la renegociación de la deuda externa, la cancelación del vínculo y los pasivos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la negativa a buscar nuevos préstamos externos fueron un rasgo fundamental de ese tiempo.

"En simultáneo, se impulsó el incentivo permanente a conseguir inversiones externas en los sectores clave para el crecimiento productivo", lo que podría representarse como "dos caras de la misma moneda".

En el plano social, desde el principio las administraciones del matrimonio Kirchner desplegaron un "enorme arsenal de medidas de apoyo a los que poco o nada tienen", un rasgo que persiste hasta el día de hoy bajo la forma de múltiples programas de subsidios directos o indirectos.

Desde un registro que tome en cuenta los mayores avances y los peores retrocesos de las políticas económicas kirchneristas, según Martínez la meta de gestión "resultaba enteramente sensata", aunque tuvo que avanzar apoyándose en un punto frágil como la alta concentración económica y la hegemonía en ese grupo dominante de filiales de corporaciones trasnacionales.

Esta base de acción fragilizada funcionó como una traba para la integración de las cadenas de valor, ya que "se limitaron a instalar en el país los eslabones de menor productividad y bajos salarios, dedicándose sobre todo a captar y controlar el mercado interno".

paritarias y precios.Por otra parte, consideró que el aumento del salario real "generó ganancias extraordinarias a las corporaciones que atienden el consumo", que luego buscan girar a sus casas matrices "absorbiendo al presente el excedente comercial generado como diferencia entre exportaciones e importaciones".

Este estrangulamiento institucional derivado del bajo poder de fuego del Estado bloqueó el acceso al mercado de las pequeñas unidades, no solo por "la gran capacidad de marketing y propaganda" de los actores grandes sino también "por sus alianzas con los grandes hipermercados, en los que consiguen exclusividad o al menos hegemonía notoria de ventas".

Este conjunto de factores, en opinión del ex presidente del Inti, "reduce la capacidad del Estado de atender a la población marginada", ya que los subsidios acompañan al crecimiento y a la inflación, y esto provoca déficit fiscal, "como ha sucedido desde 2010".

"Uno de los dos componentes de las metas de gestión, por lo tanto, se hace difícil y hasta imposible de cumplir", explicó.

A su vez, afirmó que el giro de utilidades, regalías, asistencia técnica y otros rubros reales o simulados por parte del poder concentrado "pone en peligro el cumplimiento del superávit de la balanza de pagos".

"La situación económica argentina, en consecuencia, es rotundamente superior a cualquier otro escenario desde 1983, pero necesita ajustes para contrarrestar estas tendencias estructurales, que de persistir pueden dar pie a la presión liberal para retomar nefastos ciclos de endeudamiento externo o para reducir el salario real", dijo.

Respecto a la política industrial, Martínez estimó que "lamentablemente, no se puede decir que haya una política industrial diferente de la inercial respecto de la estructura recibida, ya que se ha entendido que toda inversión es equivalente y que todo crecimiento del PBI tiene el mismo efecto".

En ese sentido, subrayó que aparte de medidas horizontales como el aumento de disponibilidad de crédito, "no se ha establecido política alguna que promueva el desarrollo industrial en las áreas fuera de la pampa húmeda o incluso en las zonas menos industrializadas de ésta".

Martínez criticó la metodología de fomentar mesas de negociación con las grandes corporaciones para que integren sus cadenas de valor ya que no han dado los resultados esperados. Citó como ejemplos los casos de la industria automotriz o la electrónica de ensamblaje, que —argumentó— mantienen enormes déficits comerciales "que no se achican, sino lo contrario, ante cualquier estímulo a la demanda interna".

Tampoco avaló la estrategia de el Plan 2020, del cual dijo que "es solo la acumulación de 11 estudios sectoriales encargados a la Cepal, con metas establecidas en la mayoría de los casos sin fundamento".

"Basta comparar lo expresado en 2010 con la realidad presente caso por caso, para advertir que se trata de un trabajo enteramente superficial y que para mal de males ha bloqueado la posibilidad de discutir en profundidad nuestras fortalezas y debilidades en materia industrial", afirmó.
Fuente: Diario La Capital
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