¿ESTADO AUSENTE O ESTADO NEGOCIADOR?

A esta altura ya tenemos clara la receta liberal para la economía: Que cada uno haga lo que pueda y que el Estado haga lo menos posible por intervenir en esos intercambios. Los beneficios de tal dinámica, serán para los merecidos ganadores. Los perjuicios para los perdedores, que se arreglen, o si la cosa se pone pesada, que el Estado haga algo, que para eso pagamos los impuestos.
por Enrique Mario Martinez
Ese Estado se conoce como ausente, aunque en verdad está presente a favor de los que más poder consiguen en la cernidora capitalista.
Cuando asume el gobierno una lógica política que busca equilibrar las cargas o incluso correr el fiel de la balanza hacia el otro lado, su punto de partida es una sociedad donde los liberales no solo han fijado las reglas.

También han conseguido que una proporción muy alta de la población considere que son las reglas correctas, incluyendo en esa fracción – paradójicamente – a buena parte de los perdedores. Para muchos perdedores la expectativa es dejar de serlo y que su lugar allá abajo sea ocupado por algún otro. No buscan eliminar las categorías, sino ubicarse en la de arriba. Y es sensato que así se piense, como lógica de supervivencia, cuando uno ha sido criado y ha crecido en tal contexto de ideas.

El dilema político, en tal circunstancia, es duro.
Si se quiere que los pobres y/o excluidos puedan estar irreversiblemente mejor, seguramente habrá que hacer cambios estructurales, que democraticen las oportunidades de educación, de trabajo, de contar con financiación, de disponer de tecnología, de acceder al consumidor, y así siguiendo en la enumeración de las barreras de entrada que construye el capitalismo concentrado. Esos cambios afectan privilegios y provocan resistencias, con absoluta seguridad. 
El punto es que difícilmente se consigan adhesiones masivas para realizarlos, por lo ya señalado. Muchos prefieren lo malo conocido y solo los puede convencer el resultado, que no solo hay que concretarlo sino que luego hay que mostrar que es estable.

Para peor, hay que tener en cuenta que para cambiar escenarios a nivel masivo, se necesitan muchos protagonistas, una burocracia nueva. ¿Y de donde sale esa gente comprometida con nuevos horizontes e instrumentos? ¿Cómo se evita que sea permeable a todas las seducciones posibles del poder a desplazar? O ni siquiera, ¿cómo se evita que su lógica inercial los convierta en ladrones de gallinas o de trasatlánticos?
Reitero: complicado y duro. ¿Inviable? No, pero hay que tener mucha tenacidad y seguramente hay que pensar en el tránsito de más de una generación para conseguirlo.

Aparece en tal caso una tercera vía: negociar con los poderosos y compensar a los derrotados a través de ponerles en el bolsillo ingresos de subsistencia o pseudo subsistencia, extraídos de la recaudación impositiva. He intentado analizar este camino en otro documento publicado en esta misma hoja – Para poder abandonar la doctrina Mendieta -, cuya lectura y comentarios recomiendo.
Solo me permito aquí agregar un comentario sobre la coyuntura de acordar con los grandes supermercados un nuevo sistema de administración de tarjetas de pago y de financiación de saldos a consumidores.

El acuerdo alcanzado presenta como primera ganancia para los consumidores un acuerdo de precios sin variación por 60 días, a cambio de generalizar tarjetas propias, que tienen menor costo de administración. Una situación de indiferencia de ingresos para los super, pero de mejora para los consumidores, durante ese período.
Para inducir a los consumidores a tomar la tarjeta se ofrece financiación de saldos más barata, que queda a cargo de las compañías de seguros, que están obligadas a usar parte de sus reservas para financiar la actividad productiva y aquí se las tomaría como financistas “baratas”.
Además queda a cargo de los super negociar con sus proveedores, respecto de los cuales es conocido el enorme peso que tienen para conseguir descuentos, plazos, bonificaciones de todo tipo, lo que los posiciona en términos muy favorables respecto de cualquier comercio más pequeño.

Se trata de una negociación que ocupó la primera plana de los diarios y TV durante días y días, en la que el beneficio para el consumidor es diríamos circunstancial y donde los super no solo no ponen un peso de sus beneficios, ni comprometen capital para financiar a sus clientes, sino que consolidan su posición dominante relativa.

¿Se negoció mal? No lo creo. Creo que es irremediable un resultado así. Lo que es cuestionable es el método. Frente a la enorme concentración comercial, que no solo asegura beneficios extraordinarios a ese segmento, sino que además excluye de la mirada del consumidor miles y miles de pequeñas industrias que también podrían abastecerlo, toda negociación debe ser considerada temporaria y debe desarrollarse en paralelo acciones que reduzcan esa concentración.

Las históricas ferias francas; los intentos como el Mercado Argentino que se acaba de inaugurar en Lomas de Zamora y se busca reproducir en varios otros espacios; el estímulo a la sociedad civil, en suma, para que construya espacios de vinculación entre oferta y demanda de bienes básicas, con poca o nula intermediación, deben ser políticas públicas muy activas. Su visibilidad y la discusión de su eficiencia deben tener al menos la misma dimensión que se la da a una tarjeta de compra en los hiper.

A riesgo de ser reiterativo, reafirmo que el perro Mendieta le recomienda a Inodoro Pereyra que negocie, como símbolo de sometimiento, porque la pelea seguro se pierde. Una comunidad viva tiene más opciones. Hay que discutirlas, probarlas, creer progresivamente en ellas.
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