El Papa es argentino, igual que Dios

Los argentinos somos un pueblo apasionado, dramático y maravilloso. Nos creemos “los mejores del mundo”, una veces, y la peor basura en otras. Un colega español me dijo alguna vez que la apelación mágica“Dios es argentino” nos definía cabalmente. 
por Reynaldo Sietecase
Habla –me dijo– de nuestra peor característica: la soberbia. “En ningún otro país se dice algo así”, agregó. En esa línea podemos afirmar ahora que “el Papa es argentino, igual que Dios”.
Lo cierto es que la sorpresa fue mayúscula y conmovió a los católicos del mundo: Jorge Bergoglio no estaba entre los candidatos con más posibilidades.
En las calles de nuestro país, los automovilistas tocaban bocina y algunos aplaudían de manera espontánea. Parecía un gol de Messi, pero no. En Roma una ovación saludaba a Francisco I, quien en italiano les dio su bendición.

El arzobispo de Buenos Aires se caracteriza por su austeridad y sencillez. En eso coinciden todos los que lo conocen. La elección del nombre Francisco sintetiza esa idea al hacer referencia a San Francisco de Asís. En Buenos Aires vivía en un departamento pequeño, no en la casa del obispado y era común verlo utilizando el transporte público. Trascendió el miércoles que se dirigió al cónclave de los cardenales en la Capilla Sixtina caminando, después de rechazar el auto oficial utilizado por todos sus pares.

Es el primer jesuita en ocupar el cargo y el primer latinoamericano, la única región del mundo dónde elcatolicismo crece. Los desafíos que enfrentará el nuevo Papa son enormes: ordenar el caos administrativoy financiero de la Iglesia Católica, obturar las internas, quebrar la opacidad de la mayor institución religiosa del mundo y proyectar la evangelización hacia el mundo, entre otras cuestiones. Todo en lo que Benedicto XVI fracasó.

La noticia caló hondo en el gobierno argentino. El arzobispo de Buenos Aires tuvo varios enfrentamientos con los Kirchner. Entre otras cuestiones, se opuso abiertamente a la ley impulsada por Cristina Fernández y que habilitó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Bergoglio, para algunos, es un liberal, si se lo compara con su antecesor en Roma, y para otros un conservador moderado. Está claro que no pertenece a las corrientes más progresistas del clero latinoamericano pero tampoco a las más reaccionarias. Incluso, los sectores más ortodoxos de la Iglesia argentina lo criticaron por ser “demasiado blando” antes iniciativas como esa, la planificación familiar o la flexibilización en las pautas destinadas a penalizar el aborto. En su diócesis, los llamados curas villeros recibieron su respaldo y pudieron trabajar con mucha libertad. Oficiómisas para cartoneros y condenó la trata de personas y la esclavitud.

La mala relación con Néstor Kirchner hizo que el entonces presidente trasladara el tradicional Tedeum del 25 de Mayo a distintas diócesis del interior del país. Para completar este panorama de lejanía con la Casa Rosada, el arzobispo de Buenos Aires mantuvo siempre una excelente relación con Gabriela Michetti y Elisa Carrió, dos de las dirigentes opositoras más tenaces que tiene el kirchnerismo. En sus homilías no dudó en mandar duros mensajes contra la pobreza, la corrupción y, lo que consideró, un clima decrispación y estridencias.

Uno de los periodistas más cercanos al gobierno, Horacio Vertbisky, lo relacionó con la desaparición de dos miembros de su congregación durante la última dictadura militar. Bergoglio fue jefe de los jesuitas argentinos entre 1973 y 1979. Incluso llegó a ser citado para declarar en los juicios por la verdad. En 2010, en uno de sus pocos contactos con la prensa, negó tajantemente esa acusación ante el diario Perfil.

La política no le es ajena: tuvo una participación destacada después de la crisis de 2001. Fue uno de los impulsores del diálogo político y social.

El cruce más fuerte que tuvo Cristina Kirchner con Bergoglio, cuando todavía no era Francisco I, fue en el momento que a través de una carta el arzobispo calificó al matrimonio gay como una “movida del diablo”. La presidente, por su parte, comparó esa campaña contra la ley que impulsaba con las prácticas de la Inquisición.

Hoy Cristina Kirchner volvió a escribirle pero, esta vez, para felicitarlo. Ya no serán vecinos. Ya no los separa la Plaza de Mayo, sino el Océano Atlántico.
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