James Holmes pasaría perfectamente un casting para interpretar a un loco que el día en que estrenan Batman irrumpe a metralleta en el cine de su pueblo y genera una escena esencialmente cinematográfica, en la que los espectadores no saben si los están masacrando o están empezando a disfrutar de efectos especiales.Por Sandra Russo
Como monstruo a ser exhibido, el joven Holmes, con su pelo teñido de colorado, sus rasgos aniñados y su aire entre fastidioso y desconcertado, podría encarnar a un psicópata de última generación, muy lejos de Hannibal Lecter y su máscara de ferocidad criminal. Holmes da la imagen de alguien que podría ser cualquiera que compra compulsivamente CD por Internet, un fetichista posmoderno; pero compraba armas sofisticadas que iba almacenando merced a esa libertad que los norteamericanos, que agitan su Segunda Enmienda como la bandera de su identidad, consideran su derecho civil por excelencia: el derecho de armarse.
Como monstruo a ser exhibido, el joven Holmes, con su pelo teñido de colorado, sus rasgos aniñados y su aire entre fastidioso y desconcertado, podría encarnar a un psicópata de última generación, muy lejos de Hannibal Lecter y su máscara de ferocidad criminal. Holmes da la imagen de alguien que podría ser cualquiera que compra compulsivamente CD por Internet, un fetichista posmoderno; pero compraba armas sofisticadas que iba almacenando merced a esa libertad que los norteamericanos, que agitan su Segunda Enmienda como la bandera de su identidad, consideran su derecho civil por excelencia: el derecho de armarse.
0 comentarios :
Publicar un comentario