EL MERCADO ÚNICO

Escrito por Enrique Mario Martinez 
Las crisis económicas globales tienen cada vez más origen en la explosión de burbujas financieras, antes que en la clásica explicación de manual sobre desajuste entre oferta y demanda de bienes.
Desde la quiebra generalizada de sociedades ahorro y préstamo en Estados Unidos hace unos años, hasta la especulación inmobiliaria que corrió como mancha venenosa por todo el sistema financiero, ha sido asumido que éste último es hegemónico en el mundo de hoy y de allí vendrán los sofocones.
Sobre esa simplificación, bastante cierta, pero que no describe enteramente el escenario, cabe agregar que además de finanzas hay producción en el mundo.
Admitiendo la supremacía de los que hacen dinero con dinero, no puede ignorarse lo que se llama la “economía real”, o sea la producción de bienes y servicios. Buena parte – si no todas – las grandes corporaciones productivas están vinculadas con el mundo de las finanzas, al punto que suelen obtener más beneficios en ese terreno que en la producción. Pero el sentido último de su existencia es producir.

En la economía real también las corporaciones piensan en términos de mercado global. Allí dividen a los trabajadores en tres categorías: alta, media y baja formación y el problema central consiste en tener el mayor acopio de los primeros, a la vez que suficiente reserva de los últimos, para derivarles todo aquello que pueda reducir costos sin afectar calidad.
Al respecto, acaba de publicarse un estudio de McKinsey Global Institute, asesora estrella de multinacionales, con las previsiones del mercado laboral al 2030. Muy rico material y cruda exposición de la lógica concentrada.
La conclusión básica es que en ese momento faltarán en el mundo 40 Millones de trabajadores con formación universitaria y 45 Millones con formación media. A la vez sobrarán 90 Millones con baja capacitación.
A la vez que exponen la necesidad de planes de formación intensos y generalizados, sosteniendo la conveniencia de ir hacia aulas virtuales que permitan que un docente se vincule con miles de alumnos, concluyen que a pesar de todo eso no alcanzará para mantener el ritmo de aumento de productividad en los países avanzados. Muy sueltos de cuerpo, sostienen como principal acción complementaria, la conveniencia de eliminar toda traba para la inmigración de personas con formación universitaria a los países avanzados.
Lisa y llanamente, la mirada es congelar la división internacional del trabajo, con productividades estratificadas y consiguientes diferencias en calidad de vida. Como parte de esa estructura, se pretende aspirar – como lo hace una aspiradora – los mejores talentos de la periferia para reforzar el camino del centro.
Esta situación, en rigor, se da de hecho hace décadas. En toda Latinoamérica hay carreras universitarias en ciencias básicas o de la salud o en ingenierías como la aeronáutica, en que buena parte de los estudiantes comienza a cursar con la idea de emigrar al recibirse. Lo dramático adicional es ver ese camino convertido en política estratégica por un organismo mentor conceptual de la economía global.
Cada uno de nuestros países debe tomar nota de esto. Por supuesto, a continuación debe definir políticas para contrarrestarlo.
Una de ellas, al menos parcialmente por la negativa, es evitar basar el crecimiento en la instalación y expansión de filiales de multinacionales. Una estructura productiva basada en estos actores, tendrá como mínimo las siguientes deficiencias:
. No tendrá tareas de investigación y desarrollo que serán implementadas en otro país, donde esté la casa matriz del inversor.
. El eventual desarrollo de proveedores locales se hará solo sobre la base de costos bajos, para componentes menores. Los proveedores clave serán extranjeros, a partir de alianzas previas.
. La organización comercial, tanto interna como eventual internacional, será hecha sobre un diseño general de la trasnacional, sin participación creativa de actores locales.
Con solo esos tres elementos se pierde la implementación en el país de eslabones de alta productividad, que además otorgan autonomía productiva. Eso no sucedería si el actor fuera nacional o fuera una alianza controlada por el Estado o un empresario nacional con convicción. Tan importante como entender eso es advertir que la ausencia de los eslabones críticos nos coloca un techo de productividad, lo que significa un techo de retribución al trabajo, de calidad de vida y por carácter transitivo elemental, de capacidad de un Estado de bienestar de atender a los perdedores del sistema. Los recursos no alcanzan porque la productividad media es baja y a su vez esto sucede porque las trasnacionales solo desarrollan aquí los eslabones de menor jerarquía.
Esta es una lógica de hierro. Es objetiva.
Ni siquiera se modificaría si las trasnacionales instalaran aquí laboratorios de investigación y desarrollo, tendencia que ha comenzado hace algunos años. En tal caso lo harían porque somos más baratos y dejarían de hacerlo cuando buscáramos mejorar nuestro ingreso real.
La autonomía de las decisiones a escala nacional no es un hecho ideológico en el mercado único, es una necesidad, para poder aspirar a que nuestros hijos estén mejor que nosotros.

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