Martín Fierro, por Reynaldo Sietecase

Las palabras del autor al recibir su galardón en la entrega de los premios anuales de la Asociación de Periodistas de la Televisión y Radiofonía Argentina (Aptra) abrió un sustancioso debate sobre el periodismo, los medios de comunicación y la función de los trabajadores de prensa.
AAPPEGAR
Desde que recibí el premio Martín Fierro a la mejor labor periodística en radio -también estaba nominado en el mismo rubro en televisión- me dijeron: genio, estúpido, maestro de periodistas, corrupto, kirchnerista, funcional a los grupos de poder, fenómeno, servil, representante del verdadero periodismo independiente, traidor, coherente, progre, facho, provocador y lúcido... por mencionar sólo algunas de las definiciones que me regalaron desde las redes sociales. Qué necesidad imperiosa de clasificar. Qué dificultad para aceptar una opinión que no nos agrada, un concepto que no coincide con nuestra visión del país.

No salgo todavía de mi sorpresa. El domingo por la noche, en el hotel Hilton, sólo expuse lo que vengo diciendo desde hace una década. Lo que aprendí en más de veinte años de trabajo junto a grandes maestros del periodismo como Rogelio García Luppo, Tomás Eloy Martínez o el propio Jorge Lanata. Expresé, ante la preocupación de varios colegas por la imposibilidad de preguntarles al poder político y a los funcionarios nacionales, en especial, que yo también estaba preocupado por la intolerancia a las preguntas que exhiben los representantes del Poder Ejecutivo. Pero agregué, la necesidad de interrogar al poder económico porque, en países como el nuestro, este sector conformado por grandes corporaciones es tan poderoso como el que tiene su sede en la Casa Rosada. Este planteo era una suerte de catecismo en la época en la que trabajábamos en Página/12, en la revista 23 y en Día D.
Y luego dije que les dedicaba el premio a los periodistas que no se creen fiscales de la patria (esto lo decía Tomás Eloy Martínez) y yo lo comparto. Vale la pena citarlo textual: "El periodismo, a la vez como lo saben muy bien todos los que están aquí no es un partido político ni un fiscal de la república. En ciertas épocas de crisis, cuando las instituciones se corrompen o se derrumban, los lectores suelen asignar esas funciones a la prensa sólo para no perder todas las brújulas. Ceder a cualquier tentación paternalista puede ser fatal, sin embargo. El periodista no es un policía ni un censor ni un fiscal. El periodista es, ante todo, un testigo: acucioso, tenaz, incorruptible, apasionado por la verdad, pero sólo un testigo. Su poder moral reside, justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos, denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos". El periodista es un testigo, debe contar lo que pasa, explicar por qué pasa lo que pasa y, eso sí, contribuir a una sociedad más justa.
Luego apunté que un periodista no debe estar para aplaudir a los funcionarios (curiosamente esto fue cercenado de algunos informes televisivos sobre lo que pasó el domingo). Pero tampoco debe ser funcional a los intereses de los grupos económicos, ni siquiera de los grupos económicos que nos contratan. Aprovecho para aclarar algo: yo no vendo mi opinión, vendo mi fuerza de trabajo, como lo hace cualquier laburante en la Argentina. En definitiva por eso soy un trabajador de prensa, con posibilidad de análisis y opinión.
Desde hace años desarrollo mi profesión de esa manera, y con consecuencias diversas. Escribí varios artículos y hablé muchas veces sobre la necesidad de defender la agenda periodística (por ejemplo en el diario Crítica, el 20 de noviembre de 2008, con el nombre "Los dueños de los medios" en el momento en que se vendió Radio del Plata a Electroingeniería). Es decir la capacidad de definir a quién se entrevista y qué se hace en un programa de radio o tevé. Que esa decisión sea responsabilidad de los periodistas y los editores y no de los gerentes comerciales o una indicación directa de los empresarios es una discusión central en nuestro laburo. Y esto no implica subvertir la línea editorial del medio sino hacer nuestro trabajo de manera honesta. Si el periodista piensa que los empresarios que lo contratan no le permiten ejercer su trabajo, puede irse. Digo puede y no debe, porque los márgenes de maniobra son diferentes entre un cronista y un editor o conductor. Para eso no hace falta victimizarse. Como escribió Camus: "El mayor acto de libertad de una persona es decir que no ante lo inaceptable".
Jorge Lanata me instó en su programa a preguntarles a las personas que me contratan en la actualidad ("Ése es tu poder económico"). Le recuerdo a los faltos de memoria que ya lo hice. Se lo pueden preguntar a Francisco de Narváez, cuando fue entrevistado en el programa Tres poderes (junto a Maximiliano Montenegro y Gerardo Rozín) siendo candidato a diputado y, a la vez, dueño del canal donde se emitía el programa. En lo personal me costó que me echaran de tres trabajos. Pero volvería a hacerlo ante las mismas circunstancias. Y lo haría en los medios donde trabajo actualmente. Prefiero no entrevistar a los dueños de los medios para los que trabajo pero si insisten sólo lo haría con agenda abierta, como una entrevista más. Cómo la que le haría a cualquier otro empresario. Creo, a esta altura y después de lo que pasó, que quienes me contratan ya lo saben.
No pretendo dar cátedra de cómo hacer este trabajo. Simplemente hice una reflexión de cómo creo que hay que encarar este laburo en un momento tan complicado para hacer periodismo en la Argentina de la polarización y las clasificaciones simplistas. Cómo intento desarrollar mi profesión en el páis de la guerra mediática nacida a partir del conflicto del campo y la Ley de Servicios Audiovisuales.
Hace varios años que reitero una idea. En una guerra la primera víctima es la verdad ("In war, truth is the first casualty"). Ya no importa si lo que se dice es cierto, importa solamente como afecta al otro. No importa si lo que digo es verdad y está comprobado, importa si lastima al adversario. En esa lógica, los que pierden son los verdaderos sujetos del derecho a la información: los lectores, los oyentes, los televidentes. No participo de esta guerra. Simplemente porque no soy un soldado, soy periodista. Aunque muchos de ustedes necesiten clasificarme de alguna otra manera.
DZ/sc
REYNALDO SIETECASE REDACCIÓN Z
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