Y Péguele Fuerte

Nota publicada en Diario Z por Reynaldo Sietecase
En las últimas semanas Hugo Moyano comparó al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el menemismo primero, con el duhaldismo después y, luego con la dictadura militar. “Desde Cavallo nadie atacó a los docentes como en estos días el gobierno”, señaló. 
El camionero lucha por su supervivencia y en esa línea, piensa, que vale todo. Incluso peregrinar por los escenarios mediáticos que lo vapulearon durante años. Los mismos medios de comunicación que lo asociaron de manera directa con la muerte del tesorero del gremio Abel Beroiz y lo acusaron reiteradas veces de prepotencia y corrupción son ahora su principal escenario. 
“Hugo se siente maltratado y acosado”, explican en su entorno. “Me sacan temas de los juzgados. Los que se sacaron fotos conmigo están hasta las manos. Ni en la dictadura pasaban estas cosas”, disparó durante un acto en Rosario. La Presidenta, en tanto, guarda silencio. Ordenó que nadie en el gabinete le abra la puerta de sus despachos. Está prohibido hasta el más mínimo contacto. Es la guerra.
Ante sus íntimos, Moyano asegura que sólo se defiende. Y para eso sigue la lógica matemática: enemigo de mi enemigo, amigo mío. Y este es el punto. Después de años de “alianza estratégica” con el kirchnerismo, el camionero considera que Cristina Kirchner es su principal adversaria política. 

Ve al gobierno detrás de su cabeza y está convencido de que existe una suerte de aval a las investigaciones judiciales que lo rondan. Inició contactos con el menemista Luis Barrionuevo y con el duhaldista Gerónimo Momo Venegas (UATRE). El gastronómico armó su propia CGT por sus diferencias con Moyano. Cuenta con un cuarto de los congresales y ese capital lo convirtió en “sujeto del deseo” de cara a la renovación de autoridades en la central obrera.
El candidato mejor visto por el gobierno es el líder de la UOM, Antonio Caló. Quién contaría con el aval de los denominados Gordos: Armando Cavalieri de Empleados de Comercio; Gerardo Martínez de la UOCRA; Andrés Rodríguez de UPCN, José Luis Lingieri de Obras Sanitarias y Ricardo Pignanelli de SMATA. La mayoría tiene pasado menemista. Ni Barrionuevo ni los Gordos modificaron sus posturas. 
Mientras los realineamientos se suceden, el Secretario General de la CGT seguirá pegando aunque no todos sus compañeros están de acuerdo. Moyano mismo confesó que en su casa de Barracas, suele calzarse los guantes de box y le da duro a una bolsa. A veces con más bronca que técnica.
En el gobierno reconocen que la relación no tiene retorno. Las facturas se acumulan en ambos lados del mostrador. Desde la ausencia de candidatos del sector gremial en las listas del Frente para la Victoria hasta el deliberado ninguneo oficial y desde la última pelea con Néstor Kirchner hasta las chicanas más explícitas (la última: “al país le está faltando un estadista”).
Los más moderados temen por los costos políticos de la confrontación y por sus eventuales consecuencias. El escenario económico no es el mejor: crisis internacional, inflación, puja salarial y quita de subsidios. Los más disciplinados se preparan para la colisión. La Presidenta, en tanto, no acepta sugerencias de tregua. Confía en que el respaldo popular obtenido en las urnas el año pasado, sumado a la mala imagen del camionero, terminarán por volcar la balanza a su favor. Una ecuación demasiado simple para aplicar en la compleja realidad nacional.
SOLVENTE
En la década del setenta, un grupo musical llamado Solvente se hizo fugazmente popular con una canción llamada “Y Péguele Fuerte”. La música fue parte de una campaña publicitaria de la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Justamente el nombre del tema hacía referencia a las iniciales de la compañía petrolera. En estos días, la letra sencilla podría funcionar cómo consigna. “Y péguele fuerte/ pegue con todo…”, cantaban los muchachos de Solvente. 
 En la última semana, tres provincias petroleras (Chubut, Santa Cruz y Neuquén) le quitaron concesiones a la empresa controlada por Repsol, una cuarta (Mendoza) amenaza hacer lo propio y en el gobierno, aunque no lo acepten públicamente, se estudia la posibilidad de nacionalizar la firma.
La situación de máxima tensión con la compañía revela también un fracaso. El kirchnerismo apostó a la “argentinización” de YPF facilitando la participación del grupo Ezkenazi en el control accionario. Entre otras cuestiones, habilitaron la compra de acciones a pagar con las cuantiosas utilidades obtenidas por la misma empresa. 
Lo concreto es que YPF-Repsol siguió operando como lo haría cualquier empresa privada: tratando de maximizar sus beneficios y supeditando la inversión a factores financieros y de caja. 
La inversión productiva no fue la esperada y cayeron las reservas. En el gobierno argentino pueden argumentar cualquier cosa menos sorpresa. Los españoles, en cambio, hablan de amenaza a sus legítimos derechos comerciales y de inseguridad jurídica.
El senador Carlos Menem dejó al Estado sin el control de su matriz energética. 
Algo inédito. Según el periodista económico de Página/12, Alfredo Zaiat, Argentina es el único país del mundo que tiene la explotación del petróleo y el gas en manos de trasnacionales. Vale recordar que las provincias petroleras acompañaron la medida dispuesta por el presidente riojano (entre ellas, la Santa Cruz gobernada por Néstor Kirchner). México, Brasil y Venezuela, por citar países de la región, pueden decidir su política energética a partir del control estatal de sus petroleras. Argentina no. Para barajar y dar de nuevo, hay que saber qué pasó y por qué pasó.
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