Titanes en el ring, por Reynaldo Sietecase

Qué hay detrás de la pelea entre el Gobierno y la CGT. Cristina Kirchner y Hugo Moyano: historia de un desencuentro. El mensaje a las corporaciones.
Si se tratara de un cómic el título podría ser: "Cristina contra las corporaciones". Pero no se trata de una historieta. La Presidenta de la Nación no dejó ningún lugar para la fantasía: "Que se den por notificados: yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos", anunció en su discurso ante la Asamblea Legislativa. En su exposición dedicó varios párrafos a cuestionar la actitud de los sectores económicos que propiciaron, a su juicio, las últimas corridas cambiarias y otros tantos para fustigar con dureza al sindicalismo. 
Si bien mencionó puntualmente a los docentes y petroleros de Santa Cruz ("con nosotros derecho a huelga hay, no de chantaje ni de extorsión"), la mayoría de los que la escucharon pensaron que el destinatario invisible de ese comentario era Hugo Moyano, ausente sin aviso en la ceremonia de reasunción. ¿Por qué razón los aliados estratégicos de ayer se convirtieron en los enemigos íntimos de hoy? ¿Hasta dónde la confrontación puede afectar la gobernabilidad?

Cerca del camionero no dudan: "Con Néstor era otra cosa". Aseguran que se sienten poco reconocidos, fueron prácticamente borrados de los cargos electivos, y que la Presidenta los critica en sus discursos y no les reconoce nada.
En el Gobierno le facturan a Moyano: los últimos enojos de Kirchner antes de morir, la amenaza de paro y movilización a Plaza de Mayo cuando se difundió un exhorto de Suiza y los apoyos que brindó al duhaldista "Momo" Venegas y al inclasificable Ricardo Cirielli. También se quejan de las advertencias "que lanza a través de los diarios" por el reparto de ganancias o la suba del mínimo no imponible.

Lamentablemente no está en discusión el modelo sindical, ni su representatividad ni su democratización. Se trata de una escena de peronismo explícito. Después de la apabullante victoria electoral del 23 de octubre, con la oposición en terapia intensiva y el peronismo disciplinado, que alguien le dispute poder político es inadmisible para la Presidenta.

Durante ocho años, el titular de la CGT fue uno de los pilares básicos del llamado "modelo kirchnerista". Aunque en las elecciones que depositaron a Néstor Kirchner en la Casa Rosada, Moyano jugó con Alberto Rodríguez Saá, pero bastó un almuerzo con el flamante presidente para limar cualquier diferencia. "Nos dijo que iba a defender el trabajo y la producción de los argentinos. 
Eso fue suficiente", recuerda el camionero cada vez que puede. En el altar de esa relación, Kirchner abandonó la idea de otorgarle la personería gremial a la CTA y le abrió canales de ayuda económica y política al camionero. El resto es historia conocida, no hubo paros generales y se habilitaron las negociaciones paritarias. El resultado: hubo recuperación salarial y de puestos de trabajo. En el medio se sucedieron bravatas y hasta tiros. 
Un chofer de Moyano apareció por televisión disparando un arma durante una pelea entre camioneros y la UOCRA en el traslado de los restos de Perón a San Vicente.

Pero las mayores desavenencias se generaron en torno a las mediciones del Indec. "Para discutir salarios, nosotros nos guiamos por la inflación de los supermercados", volvió a decir esta semana Moyano y en el Gobierno lo sienten como una agresión. La incredulidad en las cifras del Indec es el caballito de batalla de la oposición. Al líder de la CGT no le importan las coincidencias. 
Los salarios de su gremio están entre los mejores del país. En gran medida, basa en eso su fortaleza. Esta semana volvió a anunciar que no aceptará techo en la negociación salarial que se viene. Una cuestión considerada vital por el Gobierno. No quieren que "los planteos excesivos" disparen aún más los precios y exigen racionalidad. Creen que Moyano no quiere garantizarla.

La escalada parece interminable. Pablo Moyano, el hijo del titular de la CGT, en una chicana sofisticada calificó a connotados sindicalistas del menemismo como voceros del Gobierno. La Presidenta, por su parte, demolió los planteos de distribución de ganancias a través de una ley nada menos que en una cena de la Unión Industrial. En ambos bandos se acusan de ingratitud. 
No es casual que la Presidenta haya mencionado la Constitución de 1949 que no estipulaba en forma explícita el derecho a huelga. Más allá del debate histórico sobre la reforma constitucional más progresista que se sancionó en la Argentina, la idea es sencilla: no figuraba el derecho a huelga porque, según el fundador del peronismo, no hacía falta. El gobierno de entonces expresaba los intereses de los trabajadores y, en esa lógica, por qué habrían de hacerle paro. Sin temor a la desmesura, Cristina Kirchner piensa lo mismo en esta coyuntura.

En el fragor de esta batalla todo se da vuelta. La denuncia sobre los sectores que propiciaron "cinco corridas cambiarias" desde el 23 de octubre y le hicieron perder al Banco Central un cuarto de sus reservas pasó a segundo plano. Moyano cosecha apoyos entre quienes, hasta ayer, lo repudiaban: desde el "Momo" Venegas hasta Patricia Bullrich; desde los editores de Clarín hasta Mauricio Macri. 
A río revuelto ganancia de pescadores. Tanto en el Gobierno como en la CGT, los más lúcidos, expresan preocupación y tienden puentes. Están también los que piensan que la turbulencia pasará: "No se pelean quienes se necesitan". El escenario de la disputa no ayuda: quita de subsidios a los servicios domiciliarios, puja salarial y los coletazos de la crisis internacional. Una cosa es marcar la cancha y otra, muy distinta, dinamitarla.

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