La Noche de Paz se acerca al ritmo de la confrontación. A la disputa
entre Hugo Moyano y la Presidenta Cristina Kirchner; se sumó la denuncia
de Supercanal, la empresa de cable de Daniel Vila y José Luis Manzano,
contra Cablevisión que derivó en un allanamiento a la empresa del Grupo
Clarín.
También se define en el Congreso de la Nación la regulación de
la venta de papel de diarios, que reeditó los alineamientos políticos
que se sucedieron cuando se debatió la Ley de Servicios Audiovisuales y
actualizó la falaz antinomia entre libertad de prensa y libertad de
empresa. Además volvió un clásico: péguele a Scioli.
“Hace ocho meses que Hugo no habla con la Presidenta. Estamos en el
peor momento de la relación. Y después del discurso del otro día, ni los
ministros llaman”. La confesión pertenece a un encumbrado e histórico
dirigente gremial. Las consecuencias de la pelea entre Cristina Kirchner
y Hugo Moyano están en el eje de todos los análisis. Están los que
aseguran que la alianza estratégica no se rompió a pesar del tsunami de
acusaciones lanzado por el dirigente camionero y los que vaticinan
cataclismos sociales a partir del año próximo, dado que consideran que
“no hay retorno en la relación”.
Al evocar a Iván Heyn, el joven economista fallecido en plena cumbre
del Mercosur esta semana, Cristina Kirchner señaló: “Tenía una historia
muy particular, que él siempre la comentaba. Su padre, producto de la
crisis de 2001, fundió una empresa familiar, y de pasar a ser clase
media alta, clase acomodada, un niño bien diría alguien, pasó a ser un
chico que tuvo que ganarse la vida, porque su familia se fue del país.
Pero él decidió quedarse en el país para seguir estudiando…hasta
convertirse en un economista brillante”. También dijo que la noticia de
la muerte del subsecretario de Comercio Exterior “me dejó sin aire…tenía
la edad de mi hijo”. Una semana atrás, Moyano había fustigado a “los
niños bien” en referencia a los jóvenes militantes de La Cámpora.
Algo está claro, se trata de una disputa de poder que se desarrolla
en el peor escenario: con puja salarial, inflación, desmantelamiento de
subsidios y con el telón de fondo de la crisis internacional. “Moyano
respondió así porque se cansó de las agresiones y el maltrato”, explican
cerca del líder camionero. La Presidenta cuestionó por extorsivos
algunos planteos laborales (Petroleros y docentes de Santa Cruz y la de
los técnicos de Aerolíneas Argentinas) pero nunca reivindica el apoyo
recibido por la CGT en los últimos ocho años. Esa es la principal queja.
En el gobierno traducen el enojo de la primera mandataria: va desde las
supuesta discusión de Moyano con Néstor Kirchner en el último día de su
vida, la amenaza de paro por el exhorto de Suiza, los apoyos al Momo
Venegas y Ricardo Cirielli y las amenazas públicas de ganar la calle en
reclamo del aumento del mínimo no imponible y el reparto de ganancias.
Por lo pronto, el conflicto tuvo sus primeras consecuencias. La
juventud sindical que lidera Facundo Moyano, alguna vez calificada como
“los soldados del pingüino”, decidió no concurrir a los actos de
homenaje a las víctimas por la crisis del 2001. Allí tenían que
compartir espacio con La Cámpora. Los dos grupos solían marchar juntos
en este tipo de movilizaciones.
Los que eligen no dramatizar el conflicto se apoyan en una máxima de
la política que señala que no puede existir ruptura entre dos que se
necesitan. La pregunta es: ¿Se siguen necesitando? El secretario general
de los Judiciales lo explicó a su manera: “(la relación) se quiebra si
alguien deja de sentirse parte, no es nuestro caso y no creo que sea el
caso de la Presidenta”. Es un deseo peronista para esta Navidad. Lo
cierto es que las diferencias políticas y económicas no son tantas como
las personales. Y esto es lo que hace más difícil cualquier
acercamiento. Por lo pronto, la situación quedará congelada. Nadie
moverá sus piezas hasta después del verano.
Otra disputa que encendió luces rojas tuvo como escenario la
legislatura bonaerense. Jóvenes de La Cámpora se enfrentaron con
policías en la asunción de las nuevas autoridades. Desde el kirchnerismo
cruzaron con dureza a Ricardo Casal, el ministro de Seguridad de Daniel
Scioli. Hubo sanciones a policías y un acuartelamiento de los agentes
que adujeron recibir órdenes precisas de impedir el paso de los
militantes. El gobernador respaldó a su funcionario. Sin restarle
responsabilidad por la presencia primero y la represión posterior de la
Infantería dentro del Legislativo, el desgaste al que es sometido el
gobernador parece que no cesará en su nuevo mandato. Scioli también se
siente maltratado pero su paciencia es mayor que la de Moyano. También
su imagen positiva y el respaldo popular.
Tigres de papel
La ley que regula la comercialización de papel de diario reeditó la
pelea generada por la Ley de Servicios Audiovisuales. Denuncias de los
medios que controlan Papel Prensa sobre limitaciones a la libertad de
expresión y defensa a ultranza de la norma por parte de los legisladores
oficialistas. A diferencia de la norma sancionada hace dos años y que
tiende a democratizar el mercado de medios, en esta ley el gobierno no
logró sumar a otros sectores para su sanción. A juicio de este cronista,
un error. Hasta un pecado de soberbia. De aprobarse como está, la ley
no dejará de ser legítima y sólo deberá someterse, eventualmente, al
control constitucional de la justicia. Pero las adhesiones por afuera
del kirchnerismo la hubiesen dotado de un respaldo imprescindible a la
hora de su defensa política. Por lo menos dos docenas de legisladores
hubiesen sumado sus votos afirmativos si el Frente para la Victoria
abría la discusión de algunos puntos.
Como para completar el panorama, un juez de Mendoza dispuso la
intervención de Cablevisión. El grupo Vila-Manzano cuestiona
judicialmente la fusión de Multicanal con Cablevisión, lo que otorgó a
ese grupo una posición dominante en el mercado de la televisión por
cable. Algo así como que Frankestein se espante por los modos de
Drácula. El Grupo Clarín, por su parte, responsabilizó al gobierno y a
Vila, el mismo empresario que dijo que el kirchnerismo era peor que la
dictadura de Videla. Vale recordar, además, que la polémica fusión fue
aprobada en los últimos días del 2007 por Néstor Kirchner.
Eran otros tiempos. La Ley de Medios apenas asomaba como una
posibilidad. Argentina muta vertiginosamente. Los protagonistas también.
Basta pensar en el país del 2001, cuando la sociedad se asomó al abismo
de la disgregación. Sólo ese recuerdo merece un brindis. Feliz Navidad.
Nota publicada en Diario Z edición 23.12.11
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