Carta de intención

Por Reynaldo Sietecase
Hay muchos espejos dónde mirarse. Cristina Kirchner eligió uno cercano: España. Contó que había saludado a Mariano Rajoy por su triunfo contundente del domingo pasado -obtuvo el 44 por ciento- sobre el PSOE. 
Destacó que había logrado las mayorías legislativas y que podría aplicar sus ideas para tratar de sacar a su país de la crisis. Cuando los empresarios que seguían su discurso de cierre en la conferencia de la Unión Industrial Argentina comenzaron a sonreir y codearse por el sorpresivo elogio a un dirigente de derecha, la presidenta recordó que los mercados no lo perdonaron. La prima de riesgo de España quedó en zona de rescate y la bolsa se desplomó. 
Rajoy había pedido que “los mercados me den más de media hora” y no lo escucharon. Los llamados mercados se convirtieron en una amenaza identificable para cualquier gobierno en el mundo no importa su orientación o ideología. La cuestión es a quien se sacrifica ante su voracidad. “Respetamos a los mercados pero los que gobiernan son los que surgen del voto popular”, dijo la mandataria y agregó: “la formula de que la crisis la paguen los que menos tienen termina como la Argentina del 2001″.  Vale, por ahora, como carta de intención.

En la misma semana en la que los sectores más liberales de la economía y el periodismo, desde los honestos hasta los lobistas y operadores, la corrieron por izquierda hablando de tarifazos y ajustes por el anuncio de eliminación de subsidios, la presidenta de la Nación definió los ejes de su próximo mandato y se comprometió a proteger a los más vulnerables de la sociedad. Un clásico: los que pedían controles contra la evasión, los rechazan cuando se aplican para determinar de dónde salen los fondos que van al dólar y los que despotricaban contra los subsidios ahora califican la quita como una calamidad. 
Más allá de las interpretaciones interesadas o maliciosas, saber sobre quienes pesará el grueso de los retoques que se plantean en la economía es esencial. Algo es incontrastable: amplios sectores de la población pagarán más por los servicios que consumen. La eficacia, transparencia y equidad de los tijeretazos en el gasto público revelarán la moralidad de la medida.

En el mismo discurso, la presidenta reconoció a la inflación como un problema para su gobierno y regaló un título de tapa. Era hora. Recuperar la credibilidad del Indec y establecer un plan para combatirla deberían ser los próximos pasos. No se puede confundir una necesidad con una concesión. 
También rechazó la distribución de ganancias de las empresas a los trabajadores por medio de una ley y sugirió debatirlo en paritarias. De esa manera volvió a marcarle la cancha a Hugo Moyano el único dirigente que, desde adentro del peronismo, le disputa poder. Esta puja marcará la política durante los próximos meses.

La mandataria cuestionó las disputas inter sindicales y la falta de acatamiento a las conciliaciones obligatorias. Ricardo Cirielli y Jorge Pérez Tamayo no se dieron por aludidos. Horas antes, había ordenado hundir el bisturí en el cuerpo enfermo de la aerolínea de bandera. La mira estará puesta en tres ejes: eficacia, austeridad y productividad. El planteo abarca a pilotos y técnicos pero también a gerentes y funcionarios.

Pero no sólo habló de los trabajadores. Pidió competitividad con inclusión social. A los empresarios los instó a que reinviertan sus utilidades en el país y a que apuesten por el mercado interno y de la intrazona. Contó cómo algunos que pidieron créditos para sus empresas terminaron usando la plata para comprar dólares. Identificar a los oportunistas y castigarlos convertiría el tema en un ejemplo para la sociedad en lugar de una anécdota dicha al pasar.

La crisis económica internacional y sus consecuencias sobre la Argentina, los límites del modelo económico inaugurado en 2003, el ataque especulativo sobre el dólar y las reiteradas presiones sindicales, anticiparon el comienzo del segundo mandato de Cristina Kirchner.

QUIERO PERO NO

Según Mauricio Macri, la historia es así: el gobierno porteño quiere administrar los subtes pero no de esta manera. Reclamaron por eso durante años pero resulta que ahora que se los quieren ceder, no los quieren recibir sin apoyo económico. De acuerdo a esta versión: el gobierno nacional nunca quiso darle los subtes a Macri. 
Ahora con el objetivo de achicar gastos y eliminar subsidios se los quieren tirar por la cabeza. Pretenden que la ciudad los agarre de inmediato. De paso se banca la paritaria entre los metro-delegados y la empresa concesionaria que está prevista para comienzos del año que viene y el costo de tener que sincerar las tarifas.

Como suele ocurrir, lo del subte no es ni tan calvo ni con dos pelucas. La CABA debe hacerse cargo de un servicio que se desarrolla íntegramente en su territorio, como alguna vez deberá hacerse cargo de la policía. Los porteños que son los ciudadanos con los mayores ingresos del país, triplican a la media de las provincias, acaparan el 53 por ciento de los subsidios. Es una injusticia evidente. De hecho en todo el país se paga más caro por los servicios domiciliarios y el transporte que en la capital. 
El pedido de subsidios hasta el 2017 como condición para asumir la gestión, con el argumento de realizar las obras que no se hicieron, es una desmesura a tono con el plazo perentorio que pretende imponer el gobierno nacional. Lo cierto es que nadie quiere pagar costos políticos de un aumento en el precio de los viajes. Y menos hacerlo por separado del resto del sistema de transporte metropolitano.

Hubo cruce de chicanas. María Eugenia Vidal, la nueva estrella del firmamento macrista, comparó a los subtes con Aerolíneas Argentinas. Una tontera para la tribuna. Desde el gobierno le enrostraron a Macri su histórico rechazo a los subsidios y su actual pedido de subsidios. Con todo, la negociación es indispensable. Para llegar a un acuerdo ambas parte deberán ceder.

EL MARCIANO

Así le dicen a Leopoldo Moreau: el marciano. Fue la voz más lúcida de la tumultuosa convención de la Unión Cívica Radical del fin de semana pasado. Señaló con crudeza el sorprendente giro a la derecha de su partido que determinó, en su opinión, la magra cosecha electoral de octubre pasado. 
Es verdad que a Moreau la historia no lo ayuda, cuando fue candidato en el 2003 obtuvo menos del 3 por ciento de los votos. Claro que venía de la catástrofe de la alianza. El dirigente bonaerense señaló que el radicalismo votó contra la ley de ADN, cuando Raúl Alfonsín había creado el Banco de datos genéticos “para ayudar a las abuelas”; voto contra la Ley de Medios cuando el ex presidente la impulsó en 1985 y sus legisladores tenían decenas de proyectos de regulación del mercado audiovisual y votó contra la estatización de las AFJP, contradiciendo la historia misma de la UCR.
Luego le apuntó a la alianza con Francisco De Narváez. El empresario colombiano fue al radicalismo lo que Patricia Bulrich a la Coalición Cívica. Una señal de rendición, una bandera ajena. Nunca es triste la verdad aunque la diga un marciano.

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