Francisco y la gran Néstor

“Es igual que Néstor”. Gerardo Rozín suelta la frase al aire con su natural displicencia. Estamos desayunando en el bar Ticino, justo en diagonal al Teatro Vorterix. 
por Reynaldo Sietecase
Cada vez que puede, mi amigo se llega hasta Colegiales y aprovechamos para conversar un rato cuando termino mi programa de radio.
Gerardo titula como pocos en esta profesión y, por esa razón, le pido más precisiones. Convengamos que su frase es temeraria. Sin embargo, la defiende convencido. “El Papa no es más quién era antes, es igual que Kirchner cuando llegó a la Casa Rosada” y perfecciona la idea: “cuando Néstor llegó a la presidencia de la Nación nadie esperaba que hiciera lo que hizo con YPF o con los derechos humanos”.
Ahora entiendo el concepto. Kirchner contribuyó a la privatización de la petrolera estatal y no se había ocupado demasiado de las consecuencias de la dictadura militar cuando era gobernador de Santa Cruz. En esa lógica, el Papa Francisco dice cosas ahora (sobre los homosexuales, los divorciados y las mujeres que tuvieron que abortar) que no coinciden con las que decía Jorge Bergoglio cuando era Cardenal de Buenos Aires. Con Gerardo, después de pedir otro café, llegamos a una conclusión: si los cambios son para mejorsiempre serán bienvenidos.

Más allá de la charla de bar entre un judío y un hombre de poca fe, es evidente que las afirmaciones del Papa Francisco determinan un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia Católica. Para Juan Arias estamos ante “un Papa no Papa”, alguien que se define como nunca antes un pontífice lo había hecho: como indisciplinado, como un pecador “sobre quien el Señor ha puesto los ojos”.

En una nota publicada en el diario El País de España, el colega, se pregunta: “¿Cuándo se ha visto a un Papadefinirse políticamente: 'nunca he sido de derecha'? ¿O confesar que había sido tachado deultraconservador pero por culpa suya, porque reaccionaba sin escuchar actuando autoritariamente?”.

Estoy de acuerdo. Un Papa que sabe escuchar, un Papa que apela a la misericordia, un Papa que habla de curar heridas, que abre las puertas de la Iglesia en lugar de cerrarlas, se parece más a un pastor o a un cura de un barrio que a cualquiera de sus antecesores.

Arias elige la frase más fuerte de todas las que expresó el pontífice en la entrevista que le concedió a la revista jesuita La Civiltá Catolica: “No se puede hablar de la pobreza sin experimentarla en los lugares dónde existe”. Y en este punto no se puede hablar de cambios de posición, basta hablar con cualquiera de los curas villeros de Buenos Aires para conocer el compromiso de Bergoglio con los pobres y marginados.

Sorprenden más algunas de sus afirmaciones sobre los gays, los divorciados y las mujeres que abortaron. En Buenos Aires no había tenido nunca manifestaciones de semejante apertura. Dijo en la entrevista: “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso deanticonceptivos. Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes”.

“(Los homosexuales) son heridos sociales, me contaban que sentían que la Iglesia siempre los habíacondenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso”, continuó.
“Dios nos ha hecho libres. No es posible una injerencia espiritual en la vida privada”, agregó.
“Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de su matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz concinco hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar su vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?”, se preguntó.

“El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos”, reflexionó.
“Esta Iglesia... es la casa de todos, no una capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas”, advirtió.
“Hay que empezar por lo elemental: curar las heridas, ya hablaremos del resto”, afirmó.

“Es necesario el genio femenino. María es más que los obispos”, concluyó.
El Papa Francisco no parece un Papa. Pero para alegría de todos, creyentes y escépticos, lo es.
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