Lecciones de normalidad

“Argentina no es un país normal”, “Argentina está dividida en dos mitades irreconciliables”. Los mensajesde los candidatos que integran el Frente Amplio Progresista están convencidos que esta es la realidad y que la propuesta trascendente es lograr la unidad nacional. 
por Reynaldo Sietecase
De hecho, estos son los argumentos centrales de la campaña que elaboraron para las PASO. "¿Vos sos de Argen o de Tina?", plantea uno de los spots publicitarios. En otra imagen se observa cómo hay cada vez menos chorizos (amigos) en una parrilla. Hay dos países y si existe uno solo, no es normal. Disiento con estos planteos.
Argentina es una sola pero atravesada, desde la política y los medios de comunicación, por dos miradas contrapuestas y enfrentadas. Por lo demás, el país parece bastante pulcro en cuánto al funcionamiento de sus instituciones. Basta con recordar que en diciembre próximo se cumplirán treinta años de ejercicio continuado de la democracia. Y vale otro ejemplo: la Corte Suprema de Justicia acaba de derrumbar, con un fallo, una propuesta legislativa de reformas en el Poder Judicial que el gobierno consideraba “fundamental”, y eso no alteró en nada la vida de la sociedad. No estamos en un lecho de rosas pero tampoco en una cama de clavos.

Dicho lo anterior, es necesario reconocer que para encontrar otro momento de la historia dónde la sociedad haya estado tan dividida en torno a un gobierno, hay que remontarse al primer peronismo. Sólo por dar dos ejemplos, en cabeza de dos dirigentes mujeres: Cristina Kirchner pasa de “yegua” a “santa” en cuestión de segundos, y Elisa Carrió de “loca” a “heroína civil” en menos de lo que dura una tanda publicitaria.

El kirchnerismo hizo mucho en esta dirección –algunos dicen que para consolidar poder–, gran parte de la oposición y un sector de la prensa replicaron la estrategia. El intento fallido de Sergio Massa de reivindicar los aspectos positivos de la gestión kirchnerista para atacar sus debilidades más notables como inflación e inseguridad, va perdiendo viento como un barrilete en el desierto. La pelea de fondo entre el gobierno y el principal grupo de medios del país no admite ningún gesto que se acerque a la racionalidad. Y en este tema coinciden tanto el gobierno nacional como el grupo Clarín: necesitan a un Massa claramente opositor. El gobierno porque eso consolida el voto kirchnerista sólo sobre Martín Insaurralde, el candidato oficialista en provincia de Buenos Aires y los empresarios opositores porque necesitan a alguien que derrote al gobierno como sea. No importa el partido ni la ideología de procedencia.

El intendente de Tigre, en un principio, se resistió a ese juego de pinzas, pero terminó cediendo. Lo suyo no era convicción sino estrategia política y las estrategias se cambian según la necesidad. La pérdida de votos a manos de su principal rival, amparado por la presidenta y el gobernador Daniel Scioli, lo decidió a reestructurar su campaña.
Por ejemplo, ya no le cuenta a nadie que junto a Cristina Kirchner y al actual vice gobernador Gabriel Mariotto presentó el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales en el teatro Argentino de La Plata y evita hablar de los beneficios que le trajo a los jubilados recuperar los fondos de pensión.

Los diarios del martes 6 de agosto son reveladores. El robo a la casa de Massa fue motivo de una fuerte polémica entre el intendente de Tigre y el Secretario de Seguridad, Sergio Berni. Los hechos incontrastables indican que un prefecto, conocido en el barrio cerrado dónde está la casa, ingresó a la vivienda con un arma y robó dinero y joyas. Así lo mostraron las cámaras de seguridad. El resto es interpretación libre y arbitraria.

Para la familia Masa, con Malena Galmarini y su madre Susana Durrieu a la cabeza, se trató de una intimidación política y acusaron al gobierno (en esa línea titularon Clarín y La Nación). Para Berni ,el ladrón conocía al intendente, trabajó para él y hasta fue “puntero” de su partido (en esa línea titularon Página/12 y Tiempo Argentino).
Nunca antes la interpretación de un hecho estuvo tan connotada por el posicionamiento político editorial del medio.

En medio de esta pirotecnia, el tercer candidato peronista en la provincia de Buenos Aires tuvo que desmentir que estuviese por bajar su candidatura. Francisco De Narváez dijo que eso “es falso”. Días antes, el diario Perfil –insospechado de simpatizar con el gobierno nacional– publicó una nota dónde se consignó que empresarios del Grupo Clarín lo habían presionado para que decline su candidatura como una forma de fortalecer las chances de Sergio Massa.
Buenos Aires es el principal escenario de la disputa electoral, tiene casi el 40 por ciento de los votos y allí se elegirán 35 diputados. Allí se librará la madre de todas las batallas electorales.
En tanto, no son pocos los que hablan de grieta cultural y relatan historias de como amigos, familiares o colegas dejaron de tratarse por las “divisiones” que les provocó la política. Lo curioso es que muchos de los que se lamentan por el tamaño de la grieta, militan todos los días para hacerla cada vez más y más ancha.

Por lo pronto, el próximo domingo hay elecciones y el ejercicio democrático es siempre una clara señal de unidad en la diferencia. La opinión de cada ciudadano vale lo mismo y el que tiene más votos es el que gana. Luego debe prepararse para gobernar o legislar. 
Hace tres décadas que jugamos ese juego esencial para la supervivencia de la república. Es una postal que se parece bastante a la imagen de un país normal.
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