Hugo y el impuesto perverso

Hace tiempo que el gobierno nacional decidió regalarle a Hugo Moyano -su antiguo aliado y, en la actualidad, uno de sus enemigos más tenaces- un argumento justo para el reclamo. 
por Reynaldo Sietecase
Las escalas delImpuesto a las Ganancias de la llamada Cuarta Categoría (salarios) están distorsionadas a tal punto que obligan al 30 por ciento de los trabajadores en relación de dependencia a pagar el gravamen. Los mínimos no imponibles también quedaron desfasados. Se paga el impuesto a partir de 7 mil pesos mensuales de ingreso.
Pero no sólo eso, la inequidad en la aplicación de estas tasas han generado una corriente de opinión contraria a un impuesto que es uno de los más progresistas. Es un daño colateral grave ya que se trata de un impuesto que prevé que pague más el que gana más.

Es cierto que los camioneros se movilizaron también al ritmo de los intereses políticos del líder de la CGT-Azopardo pero la validez del planteo es innegable. Incluso el resto de las centrales obreras lo comparten.

En los países europeos los sectores que resisten el pago de impuesto a las ganancias o a las rentas son los empresarios, los artistas famosos o los deportistas de élite, en Argentina lo cuestionan los trabajadores. Es evidente que algo está mal. En especial en un país dónde no paga impuestos la renta financiera (ni la venta de acciones ni bonos) y existen sectores de privilegio con exenciones inadmisibles. A cualquier miembro del gobierno le cuesta explicar por qué razón el kirchnerismo no encaró una reforma fiscal en sus diez años de gestión.

Entre otras cuestiones se podría haber eliminado el impuesto a las ganancias de la Cuarta Categoría para crear otro diferente a los altos ingresos, evitando así la confusión entre los conceptos de salario y ganancia. Un cambio en la actual estructura fiscal también permitiría gravar más severamente a otras actividades que obtienen súper utilidades.

Dicho esto, hay que señalar una falacia: es mentira que no exista este tipo de gravamen en otros sitios del mundo. No sólo Moyano incurre en esta tergiversación. Hasta el candidato a diputado nacional Hermes Binner lo afirmó en una de sus frases de campaña: “En un país normal los trabajadores no pagan impuestoa las ganancias”.

Con distinto nombre el impuesto a los ingresos existe en casi todos los países del mundo. Incluso, en Europa, afecta a un mayor porcentaje de los trabajadores en relación de dependencia. También es mentira que se trata de un “impuesto perverso”, como lo definió el líder de la CGT. En todo caso se pervirtió su aplicación. Los impuestos directos sobre las ganancias, el patrimonio u otras expresiones de riqueza son más justos que los que gravan el consumo. En este último caso pagan los mismos porcentajes empleados rasos y grandes empresarios.

Moyano hizo flamear en Plaza de Mayo una bandera que le regaló el propio gobierno. Lo hizo, además, con la intención complementaria de poder mellar las chances electorales del kirchnerismo. Para Moyano es “Ella o yo”. Su enfrentamiento con la presidenta no tiene retorno. Por eso primero decidió fundar el Partido por la Cultura, la Educación y el Trabajo (PCEyT) y dejó entrever que podría ser candidato a presidente; luego intentó acercarse a Daniel Scioli y Sergio Massa y fracasó. Terminó sumado a las listas de Francisco De Nárvaez.

Es curioso, tanto el líder camionero como el empresario piensan que hicieron un mal negocio con la flamante sociedad. De Narváez porque sumó a un aliado que según el último sondeo de Management & Fit publicado por Clarín el domingo pasado tiene una imagen negativa de 42,3%. Y Moyano porque el empresario se derrumbó en las encuestas a partir de la polarización entre los candidatos oficialistas y la nómina que encabeza Sergio Massa. A pesar de lo que revelan los estudios de opinión, el sueño del camionero es crecer en el electorado antikirchnerista.

Lejos quedó el tiempo de los abrazos y los actos compartidos con Cristina Kirchner. El lunes pasado Moyano llamó a votar contra los candidatos del gobierno. Dos años atrás había pedido exactamente lo contrario. La presidenta entonces obtuvo el 54 por ciento de los votos y decidió romper el histórico acuerdo que tenía con el camionero. Atrás quedaron los años en los que fue el principal aliado del gobierno. También el receptor de subsidios y negocios, designaciones y fondos públicos. El país pagó un costo extra por este entendimiento con Néstor Kirchner: la destrucción del ferrocarril, iniciada en los setenta y profundizada en los noventa, tuvo continuidad a favor del transporte en grandes rodados.

Todo cambia. De aquellos abrazos a estos rencores. En algunos momentos históricos el peronismo adquiere, como el fútbol, la dinámica de lo impensado.
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