LA SALADA COMO ESCENARIO COMPLEJO

La cadena de producción, distribución y venta de indumentaria es aquí y en cualquier país uno de los sectores productivos de más difícil tratamiento, por razones que normalmente no se explican bien.
El núcleo del problema es el siguiente conjunto de hechos:
. La indumentaria forma parte de los bienes imprescindibles en la vida cotidiana.
. La tecnología de producción de prendas es simple y está al alcance de casi cualquier persona interesada, con una inversión en equipamiento muy baja. Las unidades de producción, por lo tanto, son muchas y muy dispersas.
. La comercialización se ha basado desde hace generaciones en la vocación por diferenciarse y en el status asociado a marcas de prestigio. La presión sobre los consumidores ha permitido que las marcas exitosas vendan sus productos muy por encima de sus costos, con márgenes brutos altísimos.
. A partir de esa diferencia entre precio y costo, aparece una gran gama de oportunidades de negocios para emprendedores secundarios y hasta marginales, a través de la copia de marcas o simplemente de la competencia de marcas secundarias que venden a precios menores.
. En tal marco, la competencia se concentra en el precio y la dispersión productiva favorece la evasión impositiva o la violación de toda norma laboral. Este camino es recorrido por todos los actores del sistema, incluyendo las marcas exitosas, que tienden a tercerizar toda su producción en talleres irregulares, basando su presencia en el mercado solo en algo de diseño y en la publicidad.

. Como culminación del proceso, la presencia de un pequeño grupo de marcas en centros de venta dirigidos al consumo más pudiente, amplía aún más la diferencia entre precio al consumidor y costo de fabricación, estimulando la distorsión ya mencionada.
Es decir: LA EXISTENCIA DE TALLERES CLANDESTINOS Y DE CENTROS DE VENTA INFORMAL TIENE SU ORIGEN ESTRUCTURAL EN LA GRAN DIFERENCIA ENTRE PRECIO Y COSTO QUE DEFINEN LAS MARCAS LÍDERES.
Estoy convencido de la afirmación anterior e invito a reflexionar sobre ella y explicitar cualquier duda, para profundizar el análisis. En este escenario es importante entender el tratamiento que se le ha dado históricamente a centros de venta como La Salada. De las varias facetas que tiene el tema, la informalidad impositiva ha sido casi el aspecto excluyente. El ciudadano medio tiene asumido que allí se vende mercadería trucha, que además no paga impuestos. Si puede toma beneficio personal, y si tiene que opinar, la mayoría lo considera casi delictivo. Allí termina el análisis, incluyendo la opinión de la prensa.
En La Salada, en particular, se agrega el aspecto ambiental, como faceta lateral, a la que no se vincula con lo anterior. En todo caso, también se asigna la responsabilidad a los que ocupan la margen del Riachuelo.
Si se examina las referencias periodísticas al lugar, los elementos comunes son: precios bajos; cantidad enorme de visitantes, especialmente del interior; trabajo no registrado; desorden; contaminación. Todas consecuencias del hecho estructural, no su causa. Poco, diríamos nada, se dice sobre por qué sucede todo eso.
En ese contexto, los problemas se resuelven de a uno y en términos de inmediatez.
La cuestión ambiental, la más aislable, pasa por limpiar el camino de sirga y trasladar a los puesteros que allí estaban a otra localización.
El trabajo no registrado se encara a través de inspecciones y clausuras, aún cuando se tenga claro que las bajas inversiones necesarias facilitan que la actividad se reinicie en otro lugar al poco tiempo.
La evasión de impuestos es un tema pendiente, pero tiene algunas soluciones en vías de implementación, al menos para los segmentos más visibles de la cadena de valor.
Por todo lo dicho, si se quiere adoptar un pensamiento más sistémico, caben dos grandes puntos de vista:
a) Regular el sector a partir de proteger a las marcas líderes, reclamando a cambio esencialmente que trabajen con proveedores que estén dentro de la legalidad laboral e impositiva. Esto implica ejercer un poder de policía mucho más riguroso, poniendo en el centro de la escena que el mercado organiza el sector y la obligación del Estado es que se cumplan las leyes laborales e impositivas.
b) Regular el sector a partir de proteger a los consumidores, construyendo escenarios donde se cumplan las leyes laborales e impositivas, pero permitiendo a los ciudadanos zafar – si quieren – del pago de precios tan alejados del costo real de producción.
El reclamo de los empresarios y algunas medidas de diversos gobiernos, incluyendo éste, se ubican en la primera hipótesis.
Recorrer el segundo camino – nuestra propuesta – implica identificar y promover de manera sistemática a las unidades de producción de indumentaria con vocación de autonomía y correcta inserción legal. Eso implica asistencia técnica de todo tipo, desde el diseño y la manufactura. Adicionalmente, esto requiere – ES LO MÁS IMPORTANTE – poner a disposición de esas unidades lugares de exposición, venta y distribución, con administración común a todos los oferentes, que los releven de la increíblemente inhumana tarea actual, de producir de día y vender de noche, sin descanso alguno, para toda unidad pequeña y familiar.
Se ha recorrido un camino de años para construir el sistema que actualmente funciona, donde los beneficios de los intermediarios superan largamente a los de los productores; donde el único trabajo con horizonte de estabilidad es la servidumbre hacia una marca; donde proliferan los talleres de costura con trabajadores inmigrantes indocumentados, regenteados por algún compatriota explotador. Todo esto y mucho mas está en el núcleo de la cuestión social de la indumentaria, más que el pago del IVA de una prenda.
Hay solo dos salidas, de las cuales apenas una es justa:
. Consolidar la hegemonía de las marcas y ocultar o marginar o eliminar por completo del sector a quienes no se encuadren en esa lógica. El mercado ordenaría el sector y nuestras vidas en este rubro.
. Poner la inteligencia y el poder del Estado para dar acceso directo a los consumidores para los empresarios más pequeños, así sean de escala individual o familiar. El Estado ordenaría así el mercado, en beneficio de los consumidores y para reducción de la pobreza y esclavitud urbana asociadas a la producción de indumentaria.
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